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España, con Isco a la cabeza, arrolla a Italia (3-0)

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La Selección española se impone con claridad a Italia y allana su clasificación a la fase final de Rusia 2018

*Dos goles (13’ y 39’) del andaluz en la primera mitad y otro de Morata (76’) en la segunda colocan a la selección en una situación inmejorable para obtener la clasificación por la vía directa.

*Italia incomodó, pero cuando llegó con peligro se topó con De Gea. Buffon no tuvo una de sus mejores noches. La “azzurra” acabó arrollada en el último tercio de partido.

Gianni, “Il bello Rivera”, uno de los grandes referentes del fútbol italiano de siempre, mejor jugador de Europa en 1969, “campionissimo” con el A.C. Milán en mil y una ocasiones, Gianni, el del pelo negro como el azabache, mortal jugador por bajo, ahora con el cabello plateado, no tenía a pocas horas de comenzar el España-Italia demasiada fe en la victoria de la “squadra azurra”. O si la tenía la disimulaba en el almuerzo oficial. “ Lo grave del partido contra España no es que nos enfrentemos a un formidable adversario, sino que, además, hemos de intentar ganar”. Hay en esta vida obligaciones que pueden convertirse en obstáculos insalvables. Pero Italia es fiera. En realidad, nunca ha dejado de serlo. Aunque esta noche haya sucumbido claramente ante el fútbol de España, a ratos arrollador.

Los datos estadísticos, que son irrefutables, arrojan un tremendo equilibrio en el balance de los duelos España-Italia, iniciados allá por los años 20. Realmente, no parece que haya que recurrir a ellos para recordar todo lo que han sido. Frente a Italia sufrimos derrotas durísimas en los Mundiales del 34 y del 94, pero, precisamente, frente a ellos lucimos la mejor figura en las Eurocopas 2008 y 2012. El empate (1-1) del último de los cruces en Turín, valedero para la clasificación del Mundial 2018 y origen de las preocupaciones de Rivera, obligaba  efectivamente a la “azzurra” a desprenderse de algunos de sus viejos hábitos, defensa muy cuidadosa, riesgos mínimos, pero también a atacar para cumplir su único y gran objetivo en Madrid. Así que no era sorprendente que hicieran lo que hicieron: una defensa en línea de cuatro hasta los tres cuartos de medio campo propio, cuatro en el centro del campo (Darmian, Barzagli, Bonucci, Candreva, en la zaga; Verratti, De Rossi, Spinazzola, Insigne, en el medio) y dos puntas muy explosivos: Belotti e Immobile.

«Nada pudo evitar que el derechazo de Isco penetrara en el portal de Gianluigi»

A los 12 minutos, las esperanzas de “Il bello Gianni” sufrieron un serio quebranto. El partido estaba en un toma y daca, más afilados, si cabe, los italianos, buscándolas todas, forzados, insisto, por la necesidad del triunfo. España andaba falta de serenidad en el toque, sin acabar de hilar una larga jugada, más agudo Iniesta que nadie. Sin un ariete de referencia (Morata, Villa, Aspas), con Silva en esa posición y Asensio, a su izquierda, solo había llegado hasta las cercanías de Buffon en una falta al borde del área, que se le fue muy alta a Ramos. No entendieron bien los defensas “azzurros” que insistir en ellas podría resultarles fatal ante la gran cantidad de buenos lanzadores hispanos. Ajenos a ese tipo de reflexiones, cometieron otra a los 13’ que esta vez les causó un roto mayúsculo. Ni la numerosa barrera italiana, ni Buffon, que se estiró algo tarde, muy vencido hacia el palo contrario al que debía ir el balón, pudieron evitar que el derechazo de Isco penetrara en el portal de Gianluigi. Si ganar ya parecía ser un test mayúsculo para Italia conseguir dos goles se antojaba como escalar el Cervino. Cuando a los 22’, Belotti cabeceó impecablemente un centro llegado desde la derecha a menos de tres metros de De Gea solo la mágica intervención del guardameta podía evitar la igualada. David fue Goliath.

«Los italianos imprimieron un ritmo nervioso al juego»

El gol y la tremenda adversidad que llevaba acarreada, sin embargo, no achicó a la “squadra azzurra”. Es un defecto en ellos del que no se tiene noticia alguna. Los italianos imprimieron un ritmo nervioso al juego que incomodó a los mediocampistas españoles, perturbado siempre su fútbol por la presencia cercana de algún adversario. Ni un segundo sin el aliento de alguno en la nuca. Italia no permitió que ningún jugador español actuara sin asumir riesgos ni dio ni dos segundos de margen para manejar un balón o pensar qué hacer con él. Ni siquiera  en la primera línea de contención. La selección tuvo que encarar así un duelo sumamente incómodo y, aunque no era previsible que fuera de otra manera, desasosegada siempre porque enfrente se encontraba un enemigo curtido, más ambicioso que en otras ocasiones ante su estado de precariedad, menos técnico, eso sí, que otras veces, pero muy entero a pesar de sus urgencias. A los 36’, una colada y derechazo cruzado de Carvajal pudo liquidar a Italia, pero, ahora, Buffon estuvo más listo y ágil que en el gol. Rozó lo suficiente el balón como para mandarlo a córner.

«Cosas de pícaros»

La imprevisibilidad del fútbol, lógico casi siempre, pero con salvedades, se produjo en el arreón final de la primera mitad. A los 38’, cuando iba a iniciar un contraataque, Jordi Alba mandó el balón fuera a la altura del medio campo. Son las cosas que hacen los jugadores cuando están lesionados. Después de un minuto de parón, Italia devolvió el balón a España, que inició un largo ataque por la derecha, donde hacía rato que andaba Asensio, más activo y en juego ahí que en su zona natural, la izquierda. La larga jugada, insisto, sin aparente peligro, progresó con Asensio, que cedió a Isco. Isco hizo un par de preciosos garabatos con el balón fuera del área para escapar de tres defensas y buscar un hueco por el que disparar. Cosas de pícaros. Él que es un gran zurdo lo encontró, ajustando el balón junto al poste izquierdo de Buffon. La verdad es que podía esperarse cualquier cosa menos que fuera por allí. Supongo que la sorpresa también lo fue para el guardameta “azzurro”, que no llegó. Dos-cero.

«De Gea no estaba para que nadie dijera que no era su noche»

Italia no movió pieza hasta bien entrada la segunda mitad. Ante los lamentos de colegas, “senza portiere” (“sin portero”,  se quejaban de Buffon), la “azurra” siguió moviéndose al mismo compás de los primeros 45’, pero, inevitablemente, ya con menos gasolina. Ventura, su seleccionador, explotó a los “once” de salida con la esperanza de un tanto que aliviara la grave situación que atravesaban, redujera las diferencias en el marcador y alimentara el sueño de una enorme remontada. Necesitaba tres goles, pero, para su desgracia, De Gea no estaba para que nadie dijera que no era su noche. A los 48’ volvió a frustrar otra ocasión de gol italiana para desgracia de los dos millares de seguidores italianos apostados en ese fondo (norte). David, otra vez Goliath.

«La vía de la contemporización»

La selección ralentizó su juego el resto del partido, cosa natural, por otro lado. Al hacerlo volvió a sus viejas maneras, las de no hace tanto, las que tanta gloria nos permitieron. Más con el balón que Italia, desvencijada por el marcador y hasta por la fatiga, el equipo de Lopetegui optó por la vía de la contemporización, algo que se entiende perfectamente a estas alturas de temporada y visto como andaban las cosas. No fue el segundo tiempo lo que había sido el primero, aunque sirvió para demostrar algunas cosas, entre ellas el debate sobre si Iniesta está o no está para muchos minutos. Andrés, eje del equipo con un Silva crecido tras el descanso, demostró sobradamente que sí. Hizo un partido más que notable, pilar de casi todo lo constructivo de la selección. La ovación que le acompañó al ser sustituido a los 71’ demuestra que esa creencia es general.

«Un precioso túnel a Verratti»

Pero la noche fue de Isco, capaz de arabescos inauditos como el que se inventó a los 66’, haciéndole un precioso túnel a Verrattipara escapar como una ardilla y meterle un balón precioso a Carvajal, que se plantó solo ante Buffon. Esta vez, sí; esta vez, apareció el portero de leyenda, capaz, todavía, de grandes aciertos, ahora levantando milagrosamente las manos para evitar el 3-0. Una intervención que uno, romántico, al fin y al cabo, celebra porque quien tanto ha sido y todavía es no podía salir marcado del partido más importante de su “squadra” en los últimos tiempos. A los 76’, no obstante, Buffon nada pudo hacer tras la internada de Ramos, que mandó un perfecto pase de la muerte a Morata, que Álvaro no desaprovechó. Era el 3-0 de la soberbia victoria de España. La aparición de Villa a falta de solo tres minutos del final fue la culminación de una noche, sellada en éxtasis colectivo.

La selección cumplió con creces sus planes: deja a Italia a tres puntos más el del “goal average” particular cuando faltan tres partidos (Liechtenstein, Albania e Israel) por jugar. No es muy aventurado asegurar que estamos a un paso de Rusia. Ni un pelo de aventurado.       

Crónica de Luis Arnáiz, para la Selección Española (web oficial)/ Foto: Twitter Selección

 

 

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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