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Juan Carlos Fuertes, el misionero valenciano que permanece en Líbano para ayudar a refugiados

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A pesar de la escalada de tensión y los ataques recientes en Líbano, el misionero valenciano Juan Carlos Fuertes, natural de Albalat de la Ribera, ha decidido permanecer en el país, reafirmando su compromiso con los refugiados y las personas más vulnerables. “Hemos decidido quedarnos para ayudar en lo posible. Es nuestra misión y nuestra gente”, explica el religioso, quien es el director del Centro Fratelli, un espacio dedicado a la atención de refugiados sirios, cerca de la ciudad de Sidón, la tercera ciudad más grande del Líbano.

Compromiso con los refugiados sirios y la educación

El Centro Fratelli, dirigido por Juan Carlos Fuertes y gestionado por los maristas y los hermanos de La Salle, ofrece atención integral a los refugiados sirios. Su labor principal se centra en proporcionar educación a los niños, con la convicción de que la educación es la herramienta clave para garantizar un futuro mejor para estas personas. Aunque actualmente el centro está cerrado debido a la situación de seguridad, Fuertes y su equipo no han cesado en su esfuerzo de asistir a las familias y refugiados que lo necesitan.

“Aquí los refugiados viven en pequeñas casitas de 15 o 20 metros, y están acogiendo a nuevos miembros en sus hogares. Nosotros salimos, vemos lo que necesitan y tratamos de ayudarles en lo que podamos”, explica Fuertes, quien además espera reabrir pronto el centro para que los niños puedan volver a jugar, correr y compartir tiempo juntos en un entorno seguro.

Vivir en medio del conflicto

Aunque el lugar donde se encuentra el misionero es relativamente seguro, Fuertes admite que las noches están marcadas por el sonido de los bombardeos, algunos de ellos escuchados cada pocos minutos. “Es terrible”, comenta, señalando la tensión y vulnerabilidad que sienten las familias con las que trabajan. Muchas de ellas, tras haber huido de la guerra en Siria, enfrentan nuevamente la incertidumbre de no saber dónde podrán refugiarse.

“Nos dicen que los bombardeos se acercan, que ya huyeron una vez y ahora no saben hacia dónde ir. Es una situación cargada de incertidumbre, especialmente cuando ven el miedo en los ojos de sus hijos”, relata Fuertes. A pesar de ello, lo que más le sorprende es la serenidad increíble con la que la mayoría de estas familias enfrentan el conflicto, tanto los que han huido como aquellos que acogen a otros refugiados en sus hogares.

Una misión de paz en medio de la guerra

Aunque Fuertes reconoce que la paz parece lejana, insiste en que la clave para resolver el conflicto no está solo en cesar los bombardeos, sino en abordar los problemas de raíz, que llevan décadas sin resolverse. “Puede haber una ausencia de guerra, pero la paz no se conseguirá hasta que se vaya a la raíz del problema”, reflexiona, mientras lamenta las terribles consecuencias del conflicto: miles de muertos, heridos, desplazados y una población en su mayoría empobrecida.

El impacto del Centro Fratelli

Desde su llegada al Líbano en marzo de 2022, Fuertes ha visto cómo el trabajo del Centro Fratelli ha marcado la diferencia en la vida de muchas personas. El centro no solo se enfoca en la educación, sino que también ofrece apoyo psicosocial y formación profesional a los refugiados, atendiendo a cerca de 1.500 personas cada año. Para Fuertes, la experiencia ha sido “excelente” y le ha permitido vivir un “continuo aprendizaje de humanidad”.

“Los pobres evangelizan, y aquí puedo mirar el mundo a través de los ojos de un niño pobre”, afirma el misionero valenciano, dejando claro su compromiso con los más desfavorecidos y su voluntad de seguir ayudando, incluso en los momentos más difíciles.

A pesar de la complicada situación en Líbano, Fuertes y su equipo siguen decididos a ofrecer esperanza y apoyo a aquellos que más lo necesitan, mostrando una vez más que, en medio de la adversidad, la solidaridad y el compromiso pueden hacer la diferencia.

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El corazón solidario de Valencia construye futuro y formación en Costa de Marfil

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La solidaridad y generosidad valenciana han hecho posible la construcción de nuevas aulas de formación en el Seminario Redemptoris Mater de Costa de Marfil, un proyecto misionero que está transformando la vida de jóvenes en uno de los barrios más pobres de Abidjan.

Vuestro corazón valenciano ha construido un puente de amistad que llega hasta Costa de Marfil”, ha afirmado el misionero David Martínez, impulsor de esta iniciativa. “Os pido que esta llama de generosidad valenciana ilumine y levante las paredes del futuro para estos jóvenes”, añadió emocionado.


Un proyecto nacido en Valencia que cambia realidades

La historia de este proyecto comenzó en 2024, cuando el misionero David Martínez presentó en Valencia su propuesta de levantar aulas en el seminario donde desarrolla su misión desde 2010. Desde entonces, las ayudas de fieles, parroquias y entidades valencianas no han cesado.

Actualmente, el nuevo edificio ya cuenta con cimientos, muros, varias plantas y tres aulas terminadas, dos de ellas dedicadas a la formación en informática. Está situado dentro del complejo del seminario y de la parroquia local, en Yopougon, un distrito de Abidjan con graves dificultades de acceso a la educación.

“El objetivo es evitar que los seminaristas deban desplazarse cuatro horas diarias para asistir a clase. Estas aulas servirán también como espacio de catequesis, talleres y formación para jóvenes del barrio”, explicó el misionero.


Un espacio de estudio, encuentro y evangelización

David Martínez destaca que el proyecto va más allá de la infraestructura: “Muchas veces me encuentro a jóvenes estudiando bajo las farolas. Tener un espacio digno donde reunirse, hablar y aprender es un acto de justicia. Será un lugar de evangelización y esperanza”.

Gracias a la ayuda valenciana, el seminario podrá ofrecer una formación de calidad a los futuros sacerdotes y misioneros, que después llevarán su labor a otras regiones de África y del mundo.

“Allí los estudios son muy caros, por eso ir a la escuela o a la universidad se vive con esfuerzo y compromiso. Lo que nosotros consideramos normalidad —tener luz, internet o agua— allí no sucede”, subraya Martínez.


Segunda fase de las obras y llamamiento solidario

Tras el éxito de la primera fase, el proyecto se encuentra a punto de iniciar una segunda etapa de construcción. En ella se realizarán trabajos de fontanería, electricidad, pavimentación y mobiliario, además de la ampliación de una planta adicional para crear una biblioteca y un centro de estudios.

Este nuevo espacio servirá también como punto de encuentro entre la cultura africana y la europea. El misionero ha hecho un nuevo llamamiento a la solidaridad de las parroquias y de los valencianos, a través de la Fundación Ad Gentes del Arzobispado, para continuar levantando esta obra educativa y evangelizadora.


Un “laboratorio de vocaciones” en Abidjan

El Seminario Redemptoris Mater acoge actualmente a 40 seminaristas, muchos de ellos jóvenes que inician su camino vocacional, aunque también hay vocaciones adultas.

“Tenemos un seminarista italiano de 59 años que retomó su vocación tras haber completado su formación religiosa. Convivir con personas adultas y jóvenes eleva el nivel de disciplina, compromiso y alegría”, afirma Martínez.

El sacerdote define el seminario como “un verdadero laboratorio de vocaciones”, donde se forma una nueva generación de misioneros con espíritu de entrega y servicio.


Costa de Marfil: un ejemplo de convivencia interreligiosa

Costa de Marfil es un país con una población musulmana y cristiana al 50%, que destaca por su convivencia pacífica. “No hay divisiones; la colaboración entre comunidades es plena”, asegura el misionero.

Dentro de su labor pastoral, Martínez recorre comercios y empresas locales buscando apoyo para los proyectos. “Vivimos de la caridad. En muchos establecimientos, dirigidos por musulmanes, me reciben con un ‘padre, bienvenido, te estábamos esperando’. La solidaridad aquí no tiene fronteras”, relata.


Testimonio de una vocación que no se rinde

David Martínez nació en el Seminario Redemptoris Mater de Finlandia, donde concluyó sus estudios en 2008. Tras misiones en Estonia y Costa de Marfil, decidió quedarse en este último país justo antes de la guerra civil de 2010.

“Fue la primera vez que escuché disparos de metralleta. Muchos huyeron, pero los misioneros decidimos quedarnos porque había una misión más urgente que salvar la vida: la de acompañar a las personas”, recuerda.

Durante el conflicto, las iglesias católicas se convirtieron en zonas neutrales, verdaderos refugios para la población. “Fue un tiempo duro pero también de gran intimidad con el Señor”, confiesa.


Un puente de amistad entre Valencia y África

Muy unido a la diócesis de Valencia, donde cursó estudios y fue acogido por la parroquia de Santiago Apóstol de los Cooperadores de la Verdad, el misionero subraya el papel esencial de la comunidad valenciana en este proyecto.

Vuestro corazón valenciano ha construido un puente de amistad que llega hasta Costa de Marfil. Os pido que esta llama de generosidad valenciana ilumine y levante las paredes del futuro para estos jóvenes”, concluye el sacerdote.

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