Síguenos

Firmas

‘Un poco condenados’, por Paco Villena

Publicado

en

francisco Villena

Francisco Villena

 

El referéndum en los institutos catalanes del 9-N de 2014, aquella “consulta participativa” en la que votaron más de dos millones de catalanes, que costó para las arcas públicas de la Generalitat, financiada por el Estado español, varios millones de euros, aquella consulta que el Tribunal Constitucional prohibió y declaró ilegal pese a lo cual se celebró, ese referéndum que para el Gobierno de España nunca se celebró por ilegal, aquella consulta, por último, que Rajoy dijo que nunca se celebraría pero que se celebró, ha traído como consecuencia la condena de Artur Mas por el TSJC a dos años de inhabilitación y algo menos para sus colegas de banquillo y de gobierno separatista Ortega y Rigau. Han cometido delito de desobediencia al Tribunal Constitucional, lo cual, por evidente, no merece mayor comentario. Pero de prevaricación y malversación de caudales públicos, nada de nada. O sea, que gastarse la pasta pública en el referéndum ilegal, a sabiendas de que lo era y desobedeciendo por ello al Tribunal Constitucional, desafiando al Estado, no ha merecido ningún reproche penal para el Tribunal.

El Fiscal había pedido diez años de inhabilitación para Mas, se ha quedado en dos. Una sentencia liviana en cuanto a la inhabilitación y sorprendente en cuanto a la exoneración de los dineros gastados en el referéndum ilegal. Hasta el propio Artur Mas ha declarado, tras conocer la sentencia, que han salido “un poco condenados”. Por supuesto, ha dicho que recurrirán al Supremo, al Constitucional y al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, dónde haga falta para reparar su condena, contra la que no está de acuerdo, obviamente, y seguir con la propaganda de “víctima” nacionalista del Estado español. Mas ya tiene su condenita y su “medalla” por la causa separatista. Una de las reglas básicas del Estado de Derecho es el respeto y acatamiento de las decisiones judiciales y si no se comparten hay que recurrir. La regla vale también para Mas y otros nacionalistas encausados por el 9-N, pero la sentencia tan moderada del TSJC ha puesto en evidencia, por las reacciones que ha tenido en el entorno del nacionalismo separatista, lo ineficaz que resulta, a efectos prácticos, la judicialización de la política, en general, y del separatismo catalán, en particular.

El propio president de la Generalitat, Carles Puigdemont, tras conocer la sentencia, ha dicho que, “el referéndum se celebrará, sin ninguna duda, este año y que rehabilitará a Mas”. Otro desafío al Estado y a pocas horas de una sentencia condenatoria por un referéndum ilegal. Les da igual. Lo que está claro es que la Sentencia, hecha pública ayer, del TSJC no ha tenido efectos disuasorios en el separatismo catalán, no ha servido de nada sino para darles aún más méritos y ánimos a los separatistas para seguir su hoja de ruta. La llamada “operación diálogo” del Gobierno con los separatistas catalanes sólo ha servido para su financiación, que no para disuadirles de su empresa, por mucho que con Oriol Junqueras, vicepresident de la Generalitat y líder de ERC, otro separatista, Soraya S. de Santamaría se lleve la mar de bien, según parece cuando se fotografían juntos de risas.

Es cierto que las “ilegalidades” de los separatistas catalanes deben ser llevadas a los tribunales por imperativo del Estado de Derecho, pero la raíz política del problema debe ser resuelta en términos políticos, constitucionales desde luego, pero políticos. Y eso es lo que no ha hecho, de ninguna de las maneras, Mariano Rajoy desde hace cuatro años en que empezó, de forma descarada y desafiante, la espiral independentista de las autoridades de la Generalitat. Decenas y decenas de recursos al Tribunal Constitucional por las leyes de desconexión de Cataluña, la “condenita” de Mas y su altanera repuesta desde el separatismo, ponen en evidencia el que los jueces no pueden, ni deben, sustituir a los políticos ni resolver sus deberes. Además los jueces, funcionarios y tranquilos de natural que son, están ya hartos de la corrupción y de estas historias en sus juzgados. Fracasado el diálogo, además de la ley, está la política. Y la política solo tiene dos caminos, o autorizar el referéndum separatista con una modificación de la Constitución, o aplicar de una vez el artículo 155 de la misma e intervenir la Generalitat enviando a sus secesionistas mandamases a su casa. Todo lo demás son fuegos de artificios. Ni siquiera Rajoy va a poder evitar escoger una de estas dos vías, pero tendrá que hacer algo más que ordenar a la abogacía del Estado a que interponga un enésimo recurso contra la Generalitat. 

   

Advertisement
Click para comentar

Tienes que estar registrado para comentar Acceder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Firmas

Qué pasó un 22 de julio

Publicado

en

Qué pasó un 22 de julio

José Luis Fortea

………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.

Bernard Thévenet

Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.

Qué pasó un 22 de julio

El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.

A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.

En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.

Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.

Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.

No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.

En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.

En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.

De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.

Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.

Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.

El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .

Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.

Puedes seguir toda la actualidad visitando Official Press o en nuestras redes sociales: Facebook, Twitter o Instagram y también puedes suscribirte a nuestro canal de WhatsApp.

Continuar leyendo