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El Valencia sigue presionando al Barcelona tras su octava victoria consecutiva (0-2), por @JordiSanchiss

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Gol Kondogbia Espanyol - Valencia

El Valencia CF no afloja el ritmo y es a día de hoy la única amenaza real para el Barcelona, que lidera el campeonato con unos números espectaculares. Pero no lo son menos los del equipo de Marcelino, que hace historia jornada a jornada. Octava victoria consecutiva y sin conocer la derrota, y 30 puntos de 36 posibles en total, lo que le supone mantenerse a 4 puntos de los barcelonistas. El duelo directo del próximo domingo, puede aumentar las aspiraciones ligueras de este gran Valencia.

Contra el Espanyol, el entrenador asturiano decidió dar descanso a algunos de los futbolistas internacionales. Así, estuvieron en el banquillo Zaza, Guedes y Soler. Muchos cartuchos reservados.

La primera parte valencianista fue de lo peor esta temporada, o al menos durante una fase bastante prolongada de la misma. Y eso que el equipo empezó bien, con la organización y el juego al que nos tiene acostrumbados. Fruto de ese buen inicio, varios córners a favor y un chut de Andreas que atrapó Pau López en los primeros minutos.

Pero hacia el minuto 20, el Espanyol espabiló, creyó y creció, y le empezó a jugar al Valencia con sus mismas armas, ni más ni menos. Presión asfixiante, verticalidad y contragolpe. Parejo y Kondogbia se veían desbordados por un medio campo rival que actuaba con mayor convicción. Piatti y Jurado, por las bandas, y Sergio García entre líneas, volvieron locos a los jugadores blanquinegros.

Las fugas de agua se sucedían, por todos lados, y la nave visitante parecía que sucumbiría en cualquier momento. Las ocasiones blanquiazules llegaron una tras otra. Neto se tuvo que emplear a fondo ante los remates de David López y Sergio García, y los palos de su portería, los dos, rechazaron sendos disparos de Gerard Moreno y Sergi Darder.

El Valencia trataba de responder con tímidos ataques mal culminados porque en el último pase estuvo simplemente horrible. La conexión con los dos puntas, una utopía. Rodrigo y Kondogbia probaron suerte, pero remataron mal, flojo y desviado, peor imposible. Lo mejor del primer tiempo para el conjunto de Marcelino, que se acabó y que lo hizo con 0-0 en el marcador, casi un milagro, pero sobrevivió.

Tras la reanudación, idéntico escenario, o eso parecía. Los valencianistas seguían muy despistados y se seguía sufriendo atrás. La defensa se cargaba de amarillas mientras los de Quique creaban peligro, aunque ya no tanto como en el primer acto. Sergio García y Moreno rozaron el gol, antes de que el transcurso del partido diera un vuelco.

Marcelino fue expulsado por protestar una acción en la que el Espanyol no lanzó el balón fuera con Murillo lesionado y tendido sobre el césped. No era cuento, no simulaba, de hecho fue sustituido y entró Garay. Poco antes, Guedes salió por Lato, con lo que Gayà volvía a su posición natural. Se reestructuraba el equipo, que ya era más similar a lo que estamos acostumbrados a ver.

Tanta incidencia y tanto parón no le sentó nada bien a los locales y fenomenal al Valencia, que en dos zarpazos sentenció. En el minuto 66, Kondogbia atrapa un rechace en la frontal, se prepara el balón y lanza un misil a la escuadra españolista, imparable para Pau. 0-1. Golazo de Geoffrey, que ya lleva tres con su nueva camiseta. No estaba cuajando un buen encuentro, más bien todo lo contrario, pero a partir del tanto se agrandó, se hizo enorme y se adueño del centro del campo.

Los periquitos bajaron los brazos. Mucho esfuerzo para nada, y tanto desgaste ya pasaba factura. En una contra ‘made in’ Marcelino, Rodrigo puso a prueba los reflejos de Pau, que envió a córner. Pero la suerte estaba echada. El Espanyol ya no llegaba, y su contrincante empezaba a estar cómodo. Una jugada iniciada por Carlos Soler, que estaba desde minutos antes sobre el campo, fue culminada en el 0-2 por Santi Mina, tras una cesión involuntaria de Víctor Sánchez. Ya suma 5 el delantero gallego, sin ser titular habitual.

Efectividad, oficio o la suerte de los grandes. Sea lo que sea, este Valencia flojea a veces, pero nunca se hunde y siempre es competitivo, en 12 jornadas aún ningún equipo ha sido capaz de tumbarle. Ya le saca 6 puntos a los dos equipos de la capital de España y 8 al quinto clasificado, y lo más importante, echando el aliento en la nuca del líder. Barça, Mestalla te espera. ¡Hay Liga!

0. RCD Espanyol: Pau López, Aarón, Naldo, David López, Javi Fuego, Darder, Piatti (Hernán Pérez, m. 73), Leo Baptistao (Jurado, m. 15), Sergio García y Gerard.

2. Valencia CF: Neto, Montoya, Gabriel Paulista, Murillo (Garay, m. 65), Lato (Guedes, m. 60), Parejo, Kondogbia, Andreas (Carlos Soler, m. 80), Gayà, Rodrigo y Santi Mina.

Goles: 0-1. M. 67: Kondogbia. 0-2. M. 83: Santi Mina.

Árbitro: Hernández Hernández, del comité insular. Amonestó a Murillo, Lato, Montoya y Andreas del Valencia CF. Expulsó al técnico valencianista Marcelino.

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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