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¿Por qué los valencianos afrontan el peor calendario tras el verano?

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Madrid, 28 ago (OFFICIAL PRESS-EFE).- Valencianos y gallegos, y también los ceutíes, afrontan el regreso de las vacaciones de verano con menos festivos en el calendario que los demás españoles, mientras que si se suman los festivos locales a los autonómicos, los ovetenses son los mejor parados.

El calendario laboral del último cuatrimestre del curso no se presenta de la misma forma para todos los españoles porque existen diferencias entre las distintas autonomías.

Así lo ha puesto de manifiesto la polémica desatada en Castilla y León, donde el Ejecutivo autonómico, en una iniciativa liderada por Vox, ha planteado cambiar el calendario laboral para trasladar el festivo del 2 de enero al Día de Santiago (25 de julio).

De hecho, y limitando el cálculo a 2022, la primera diferencia entre los distintas autonomías vendrá marcada por cómo compensa cada comunidad el hecho de que, este año, 24 y 25 de diciembre caigan en sábado y domingo.

Toda España celebra los cuatro festivos nacionales en los meses que restan para que termine 2022: el 12 de octubre, Día de la Hispanidad; el 1 de noviembre, Todos los Santos; el 6 de diciembre, la Constitución; y el 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción.

¿Por qué los valencianos afrontan el peor calendario tras el verano?

Pero no todas las comunidades harán festivo el lunes siguiente a Navidad: la Comunitat Valenciana y Galicia no lo harán.

Tampoco País Vasco y Ceuta. Los primeros lo compensarán con un festivo propio, el Día de Elcano (6 de septiembre). La ciudad autónoma de Ceuta celebrará su día el 2 de septiembre, aunque este año será laborable, por lo que los ceutíes se suman por la cola a valencianos y gallegos.

Las diferencias crecen si a los festivos nacionales y autonómicos sumamos los locales, que en algunos casos afectan a millones de personas, como es el caso de la Almudena, en Madrid (9 de noviembre) o Barcelona, con la Mercé (26 de septiembre).

FESTIVOS EN FIN DE SEMANA

El calendario de 2022 ha hecho coincidir varios festivos autonómicos con jornadas que ya de por sí no eran laborables. Es el caso de los valencianos; la fiesta de su comunidad, el 9 de octubre, cae en domingo.

Y así ocurre también con el Día Nacional de Cataluña del 11 de septiembre, que se cae de la lista de fiestas, y con el Día de Navarra (3 de diciembre, sábado) o el de Melilla (17 de septiembre, también sábado)

No sucederá lo mismo con el 8 de septiembre, Día de Extremadura y Día de Asturias, que se celebrará en jueves. De este modo, los ciudadanos de Oviedo, que celebrarán además el 21 de septiembre, Día de San Mateo, tendrán un reinicio de curso algo más ligero que el de muchos otros, porque suman además el 26 de diciembre.

Tampoco salen mal parados los cántabros, que celebran el 15 de septiembre la Festividad de la Bien Aparecida. Por su lado, los pamplonicas cuentan con la fecha de San Saturnino, el 29 de noviembre, y además también con el 26 de diciembre.

El 8 de septiembre es así mismo el de la patrona de Melilla, lo que compensa su chasco del 17 de septiembre. Además, su 26 de diciembre, a diferencia de Ceuta, sí será festivo por ser el siguiente al Día de Navidad.

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Valencia

El duelo de un pueblo no se gobierna con mentiras: es hora de que Carlos Mazón dimita

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El duelo de un pueblo no se gobierna con mentiras: es hora de que Carlos Mazón dimita
El president de la Generalitat, Carlos Mazón. EFE/ Biel Alino/Archivo

La catástrofe desencadenada por la DANA del 29 de octubre de 2024 en la Comunitat Valenciana, que dejó un lacerante saldo de más de 229 víctimas, no puede quedar impune. Más allá del dolor humano y de la reconstrucción material, está la responsabilidad política. Y en ese terreno, Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, acumula mentiras, contradicciones y el profundo desgarro de quienes lo perdieron todo. Por dignidad, por ética y por justicia, Mazón debe dimitir.

Una gestión inexcusable

Cuando la alerta roja estaba activada, Mazón estaba ausente del lugar que le correspondía. Según los informes oficiales, llegó al comité de crisis (CECOPI) a las 20:28 horas, cuando ya se había emitido la alerta a la población minutos antes. No fue un “error de agenda”, sino un fallo estructural que costó vidas.

Mientras Valencia vivía una riada devastadora, el presidente se encontraba en una comida privada en lugar de supervisar la emergencia. Su entorno lo justificó como una reunión de trabajo, pero el contexto lo desmiente: fue ausencia, negligencia y falta de liderazgo.

La falta de movilización de efectivos tampoco puede justificarse. Los informes cruzados detectan irregularidades en el número de bomberos y medios activados. Cuando una emergencia reclama transparencia, los datos confusos o manipulados son una afrenta.

Mentiras, contradicciones y silencio

Mazón ha intentado derivar responsabilidades hacia la Agencia Estatal de Meteorología o la Confederación Hidrográfica del Júcar, en lugar de asumir el liderazgo que su cargo exige. Cuando el caos se instala, quien gobierna debe estar al frente, no buscando culpables.

Peor aún, ha ofrecido versiones cambiantes sobre su paradero, sus llamadas y las decisiones adoptadas aquel día. La investigación judicial avanza con pruebas que desmontan la versión oficial. Cuando un líder debe explicar dónde estaba durante una tragedia, el problema ya no es circunstancial: es estructural.

Las víctimas, traicionadas

No basta con lamentar lo sucedido cuando la dignidad exige acción. Las asociaciones de víctimas han expresado su malestar y exigido respeto ante la falta de explicaciones claras. “Estar con las víctimas también implica asumir responsabilidades”, repiten familiares que aún esperan una disculpa sincera.

No es solo la ausencia inicial. Es el desfile de versiones, el silencio, la falta de empatía y la reconstrucción lenta. Mientras las familias siguen llorando, el presidente intenta sostener su imagen pública como si nada hubiera ocurrido.

La única salida digna: la dimisión

Integridad política. Quien incumple los principios básicos de responsabilidad pierde la legitimidad para seguir al frente.

Justicia para las víctimas. Pedir perdón no basta cuando no se explica con claridad, cuando no se asumen errores ni se ofrecen soluciones. Las víctimas merecen que se depuren responsabilidades reales.

Confianza institucional. La credibilidad de la Generalitat se resquebraja cuando su presidente ofrece explicaciones tardías, contradictorias y evasivas. Eso no solo afecta a Mazón, afecta a toda la Comunitat Valenciana.

Renovación del liderazgo. El desastre del 29-O no puede cerrarse con un “sigo al mando”. Hace falta un relevo que reconstruya no solo los territorios inundados, sino también la confianza de los ciudadanos.

La responsabilidad compartida

Los silencios cómplices también pesan. Los partidos que sostienen a Mazón deben preguntarse si su apoyo es ético o meramente político. Cada día que pasa sin rendir cuentas es una herida más para las víctimas y una mancha más para las instituciones.

La dimisión no sería una derrota política, sino un acto de respeto hacia los que sufrieron, hacia los que murieron y hacia toda una sociedad que exige transparencia y verdad.

La tragedia del 29 de octubre no son solo cifras. Son vidas, familias, municipios arrasados y una sociedad herida. Carlos Mazón mantuvo su comida en El Ventorro cuando la provincia se inundaba, cambió versiones cuando se investigaba y continúa en el cargo pese al clamor ciudadano.

Por integridad, por dignidad, por justicia: Carlos Mazón debe dimitir.
Y quienes lo sostienen, deberían preguntarse si su silencio también los convierte en responsables.

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