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‘Golpetazo’ de Roger y que pase el siguiente, por Dani Hermosilla

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DANI HERMOSILLA 

«Cada victoria a partir de ahora es un golpetazo (en la mesa)», dijo Muñiz antes del partido ante el Zaragoza. Y se ganó y se golpeó la clasificación disparándose a quince puntos del tercero. Ante el Córdoba, mismos ingredientes. Nada de partido brillante, nada de gran juego. Sólo una diferencia: Roger Martí. Provocó la falta del golazo de Campaña y marcó el de la victoria. Jason acabó por aderezar la tarde con el tercero. También a pase de Casadesús. Gran aportación del balear. Tres puntos más. Otro golpetazo. Y lo dicho: que pase el siguiente. Curioso que en Orriols nadie da por finiquitada la liga. El dolor de la memoria es grande. Y hasta que no se consiga, nadie cantará victoria. «Que sí, joder, que vamos a ascender», cantaban los Levante Fans tras el gol de Roger. Pues nadie en el campo los siguió. Y eso que lo intentaron hasta tres veces. Nada, que seguimos igual. El Cholo de segunda es Muñiz: «partido a partido hasta la victoria final.

Rara primera parte

El Córdoba me gustó. Fue un buen equipo, metido en faenas para las que no estaba llamado: el descenso. Pudo ganar, pero tuvo miedo. Es lo que provoca el Levante. Nadie se fía, y se protege. Y entonces es cuando el equipo de Muñiz, te mata. Hasta tres veces avisó el conjunto andaluz antes de lograr el empate. Las tres, con marca valenciana, de nombre Juli. Era la primera coincidencia. Motivado por volver a la ‘terreta’, Juli fue encadenando ocasiones y a fallarlas. Córdoba, en zona de descenso; Nàstic como colista. Los dos hay momentos del partido que te comen la tostada. ¿Problema? Muñiz no se lo da. «Mi equipo ha de jugar con o sin el balón», dice. Bueno, argumento válido. A mi entender, el Levante elabora poco, juega muy directo en Orriols. Vale para jugar fuera. Pero en casa, un riesgo. Jugar a no jugar, me parece poca propuesta. Legítima, si, pero creo que Muñiz tiene plantilla para que, en casa, el equipo resuelva antes los partidos algo que, por otra parte, no es tarea fácil, lo sé

Buen inicio del Levante. De salida, lo tiene claro. A por el gol y el partido. Para ello, volvemos a Roger. Principio y final de este equipo. El hombre-gol, pero también incordio y desmarque. El incordio del de Torrent, provocó el fallo del portero visitante, Razak. La falta, en posición natural para José Campaña. Balón a la escuadra. El partido se ponía de cara pronto. Normalmente, pócima para la goleada de un equipo líder, que juega sin la presión de una clasificación holgada.

Muchos de vosotros ya me decís que el equipo no juega bien en casa. Pero gana. NO voy a entrar ahí. Es un grupo solvente, sabe lo que quiere, y no se obsesiona con asuntos más propios de aficionados, como nosotros: posesión, ocasiones, etc… Sí que digo que tal vez a este equipo le falta esa segunda velocidad, por no decir, esa ambición de resolver antes, de doblegar con superioridad a sus rivales. Hay que rematar al rival que, como el Córdoba, te quita el balón (60 vs 40 por cien en la primera parte), y te remata con el empate, con tres avisos anteriores con marca de gol.

Rubén por Morales
Salir del vestuario, encontrarte dos regalos y no marcar… Eso le pasó a Roger. No puede ser tanta efectividad, que es lo que más ha tenido el Levante este año. Bueno, eso… que lo que veíamos todos: Rubén por Morales. Apuesta de Muñiz clásica. Al poco, Casadesús por Espinosa. Te puede parecer mejor o peor, pero a Muñiz casi siempre le sale la apuesta del cambio. El Córdoba se guardó un poco. Gran esfuerzo hasta el empate, y a nadar y guardar la ropa. Si cogía una contra, pues tres puntos. Y eso. Nada. Con eso puede jugar el Levante de aquí a final de temporada. Los rivales vendrán apurados —por arriba o por abajo— y el colchón granota es de ultimo modelo.

Casadesús por Espinosa es un cambio clásico también del técnico. No le importa elaborar menos sino llegar más. Y no es que lo hizo, pero sí marcó. Pase entre lineas a Roger, al espacio, como le gusta al killer granota, y éste cruzó al poste más alejado y el balón entró. El ‘9’ forzó la falta del primer gol y marcó el segundo. Nuevamente decisivo. Parte de la ventaja del Levante se la debe a su efectividad. Como os dije hace semanas, no marca el tercero o el cuarto, marca el primero o el gol decisivo.

Ficha técnica
LEVANTE UD
Raúl Fernández, Pedro López, Sergio Postigo, Chema, Rober Pier; Natxo Insa (Lerma, 78′), Espinosa (Casadesús, 58′), Jose Campaña; Morales (Rubén, 46′), Jason y Roger.

CORDOBA CF
Razak; Caro, Bittolo (Bergdich, 70′), Héctor Rodas, Cisma, Rodri, Edu Ramos (Esteve,77′), Antoñito, Caballero (Piovaccari, 74), Javi Lara y Juli.

Goles
1-0, Campaña, de falta directa, 15′
1-1, Héctor Rodas, 32′
2-1, Roger, 65′
3-1, Jason, 90′

 

Arbitro: Oliver de la Fuente Ramos
Tarjetas:
Levante: Roger
Córdoba: Razak y Javi Lara.

Orriols
11.940 espectadores.

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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