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#LaGranotera| «Manual de entrenador contra la depresión», por Dani Hermosilla

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DANI HERMOSILLA

#LaGranotera.- Tenía ganas de ver a Paco López y felicitarlo por tener la oportunidad de cumplir su sueño: entrenar en Primera División. Me fundí en un abrazo con él de esos que se sienten, justo después del partido, de su debut en LaLiga, del debut con su Levante, donde ha sido jugador y entrenador. ‘M’alegre per tu’, li vaig dir. ‘Ho sé’, em digué. ‘Hem patit molt’, em reconegué. I li vaig dir: ‘Paco, setmana de manual d’entrenador’… No dijo nada. Sonrisa y gestos de afirmación. Pocas cosas se pueden hacer en 4 días. Sólo recuperar la moral de la tropa y hacerle ver la nueva realidad, no por ello menos dura: hablamos de una final a 4 que hay que aceptar desde ya. También repetido en la sala de prensa por parte de Paco López. Como más cosas que os escribí en la última #LaGranotera: os insisto del mal de cap de la racha granota, que va mucho más allá del fútbol. Os digo que en el mundo del fútbol actual, lo anímico supera lo técnico, y así lo dijo el míster tras firmar el primer triunfo del Levante en 15 jornadas. Y digo del Levante y no de Paco López. Porque el de Silla recordó la labor de Muñiz en la argumentación de la meritocracia de la victoria en Getafe. Y por eso subrayo lo del Manual de entrenador: entra con modestia -vengo del fútbol modesto-, se dirige a un vestuario hundido -convertir el sufrimiento en disfrute-, elimina la presión, habla con los futbolistas que te pueden dar brillo a tu idea, rodea de buen ambiente al grupo y trabaja lo único que se puede en 4 días: la estrategia. Aceptar tu problema es parte de la solución, y ahí ha incido el míster. Por último, las acciones a balón parado; hay que reconocerlo: el verdadero punto negro en el trabajo de Muñiz y que algún día me gustaría conocer el porqué… La diferencia a todo ello: el resultado. Paco

Pocos cambios, mejor suerte

¿Lo demás? Todo igual, aunque muchos quisieron ver ‘algo más’, quizás porque necesitábamos ya hablar bien del equipo o, lo que es lo mismo, dejar de hablar de Muñiz. Había obsesión, y de ahí es bueno el cambio. Al Levante de Muñiz, el Getafe de Bordalás también le hubiera dado el balón para matarte a la contra -como pudo ser- El equipo sigue sin tener un plan para su defensa (no sólo centrales) y sigue sin tener la calidad suficiente en los últimos metros para crear ocasiones. ¿Qué pretendió el míster? Varias cosas: para marcar, hay que rematar (el Levante es de los que menos remata) El equipo fue atrevido desde la larga distancia. Ivi, Campaña, Bardhi y Jason tienen buen tiro. Y Morales con libertad. Sin corsé. Si El Comandante tiene alegría, el equipo la tendrá. ‘Hemos sido un poco pesados con las jugadas a balón parado’, dijo Paco. Y eso nos ha dado la alegría y el triunfo. ¿Qué cambió? La suerte, sin duda. Ahora empieza lo bueno para Paco. Ante el Eibar, otra prueba. Conozco un poco al míster. Y la prueba es de aúpa. Pero ya aviso: al Eibar se le ganará con fútbol, con juego y con ambición: yendo a por ellos. Y no lo he hablado con Paco. Pero sé seguro que el equipo, sin la presión por la falta de triunfos, será otro. Cabeza y cuatro ideas muy concretas completarán ese segundo  ‘manual de entrenador’. Hay muy buenos entrenadores y muy bien preparados en Valencia. Seguro que mi amigo Juanín estará muy contento y orgulloso de Paco López, uno de sus muchos alumnos, a los que protege, ayuda y defiende. Ahora solo hace falta que el club –insisto- dé un paso adelante en la gestión deportiva a todos los niveles. Atrevida, rigurosa y con las lineas muy marcadas: mucho trabajo, cantera, máxima comunicación y transparencia. Todo ira mejor.

El viernes se prepara una ‘rebuda’ al equipo antes del partido ante el Eibar. En juego, el liderato de la Champions de los malos. De momento, líderes indiscutibles. Que no den miedo las palabras. Somos y hemos sido muy malos. Por eso estamos donde estamos. Sólo reconociendo la realidad, se puede cambiar. Lo bueno de la destitución de Muñiz es que ha desaparecido la crispación. Me dicen que su salida del club estaba decida antes del partido ante el Español y que la victoria ante el equipo de Quique no hubiera evitado su caída. Difícil saberlo. Si fuera así, algo estaría cambiando. Pero no me lo acabo de creer. Al tiempo. El Levante está vivo y lo que es mejor: tiene recorrido para la mejora. Más gol y mejor defensa. vorem.

Coke Andújar, profeta en su tierra

Acabado el partido y antes de volver de Getafe, en donde tuve la suerte de volver a narrar un encuentro del Levante para CV Radio Valencia, fui a tomar algo antes de regresar por carretera a Valencia.  Entré en un local próximo al Coliseum y vi unos aficionados del Levante, por lo menos vestidos con sus camisetas y bufandas granotas. Al entrar les pregunté, y tras unos momentos de charla, me dijeron: somos del Levante pero vivimos en Getafe -lo cual me extrañó-, finalmente me confesaron. La familia de Coke Andújar -la madre, el padre, el hermano, la cuñada y el sobrino del goleador de la noche. Curiosamente Coke marcaba el gol de la victoria allí, en su casa. Su madre nos contó el esfuerzo que tuvo que hacer para ser futbolista, la fuerza que siempre tuvo para lograr el objetivo. Ataviada con la bufanda del Levante, hablamos del equipo pero sobre todo del héroe del Coliseum, que anduvo repartiendo entrevistas en un larguísimo post-partido. Hablamos de Valencia, de Sevilla, de Alemania, y de cómo Coke se ha integrado en el Levante, del gol de Mestalla. Nos deseamos suerte para el futuro, y el buen viaje para mí. Rodeado de los suyos, Coke firmó el gol que ha devuelto la alegría al club y al consejo. Y, por supuesto al presidente. Todos pasaron por la zona mixta con cara de satisfacción. Abrazos y saludos con todos los que habitualmente hemos ido en los desplazamientos. Noche de alegría en la tierra de Coke.

 

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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