Salud y Bienestar
Así puedes mantener la vitamina D que necesitas en épocas de menor exposición al sol

Publicado
hace 10 mesesen
Hace unas semanas cambiábamos la hora y nos adentrábamos de lleno en la época del año de los días más cortos y, por tanto, de menor exposición a la luz del sol. Pasaremos más tiempo en interiores y recibiremos menos sol a medida que los días se acortan. Algo que puede tener efectos en nuestra producción de vitamina D que, a diferencia de otras vitaminas esenciales que obtenemos de los alimentos, se puede sintetizar en la piel a través de la reacción fotosintética que aporta la exposición a la radiación ultravioleta (UVB). De ahí que se la conozca también como la ‘vitamina del sol’.
La vitamina D, aunque la llamemos vitamina, actúa como una hormona (un mensajero químico) en nuestro cuerpo, regulando muchos procesos beneficiosos. Esta vitamina liposoluble (que se disuelve en grasa) nos ayuda a mantener concentraciones normales de calcio y fósforo y, por tanto, nos asegura una correcta mineralización de los huesos.
Además, en los últimos años se ha producido un creciente interés por otros efectos, como el hecho de que nos ayuda en el desarrollo muscular, la salud cardiovascular, la presión arterial, la función inmune y la capacidad de promover la secreción de insulina.
No toda la vitamina D es igual sino que la podemos encontrar de dos formas: la vitamina D2 (ergocalciferol), que se obtiene de forma artificial de fuentes vegetales; y la vitamina D3 (calciferol), que se obtiene de fuentes animales. La mayor parte de la vitamina D que obtenemos se produce de la exposición a la luz solar. En concreto, más del 90% de la vitamina D3 (colecalciferol) de nuestro organismo es sintetizada en la piel a partir de la exposición solar.
En España, pese a que gozamos de muchas horas de sol al día, una parte considerable de la población española tiene déficit de vitamina D. Según datos de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), un 40% de la población de menos de 65 años y más del 80% de los mayores de 65 años tienen una baja concentración de vitamina D.
Algunos estudios nos dicen que el invierno puede incidir en un déficit de esta vitamina, sobre todo en jóvenes y personas mayores, algo que los expertos atribuyen especialmente a factores como la menor cantidad de horas de luz, aunque también mencionan otros más discutidos como el uso de fotoprotector, tan necesario por otro lado en la prevención del cáncer de piel y sobre el que algunas sociedades como la Fundación del Cáncer de Piel han reconocido que no existen evidencias de que el uso diario de protector solar provoque insuficiencia de vitamina D.
La cantidad mínima recomendada de vitamina D se sitúa en 600 unidades internacionales (UI) cada día en personas hasta los 70 años y, a partir de esta edad, de unos 800 UI al día. Son cifras que permitirían alcanzar el nivel óptimo en sangre de vitamina D por encima de los 20 nanogramos por mililitro (ng/mL). Según la Asociación Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), los valores se consideran adecuados cuando se sitúan entre los 30 y los 100 ng/mL, que son los que garantizan una buena salud ósea, parámetros que cumple buena parte de la población, sobre todo entre los meses de mayo a septiembre.
En España tendríamos suficiente con exponernos al sol en la cara y los brazos entre cinco y 15 minutos al día en las horas centrales, entre marzo y octubre, de acuerdo con la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
El sol del invierno no tiene el mismo efecto de octubre a marzo o abril, ya que está más bajo y los rayos UVB son más débiles y la síntesis cutánea disminuye de forma drástica.
La falta de vitamina D no sería un problema mayor si pudiéramos obtenerla con facilidad de la alimentación. Pero si bien entre el 80-90% de esta vitamina la genera nuestro propio organismo gracias a la exposición solar, solo el 10-20% procede de la alimentación. Desafortunadamente, obtener suficiente vitamina D de los alimentos supone un reto considerable.
Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), el aporte dietético de vitamina D no es tan importante como el que nos da el sol ya que “el número de alimentos que contienen de forma natural una cantidad importante de vitamina D es limitado”. Además de que son pocos los alimentos que la contienen, al no ser de consumo habitual, tampoco aportan la cantidad suficiente para alcanzar la ingesta diaria recomendada.
La vitamina D2 está presente en algunos alimentos vegetales como las setas y los hongos expuestos a radiación UV; la D3 la podemos encontrar en algunos de origen animal como pescados grasos del estilo de la sardina, el salmón, la caballa o el atún. De acuerdo con la semFYC, no se pueden alcanzar los niveles adecuados con el aporte dietético aislado sino que es necesario complementarlo con la exposición solar y, en determinados casos, con suplementos, siempre bajo supervisión médica.
La clave para aumentar los niveles de vitamina D en invierno es una combinación de hábitos de vida saludables, exponernos al sol durante al menos 30 minutos, de dos a tres veces por semana, e incluir lácteos como nata o queso en su versión completa ya que si eliminamos la grasa del alimento, también eliminamos la vitamina D (además de otras vitaminas liposolubles como la A, E y K).
Si nuestros niveles de vitamina D son bajos, pueden afectar a la capacidad de nuestro cuerpo para absorber calcio y fósforo, por tanto, pueden provocar huesos blandos, débiles y quebradizos, lo que aumenta el riesgo de sufrir fracturas. Algunas de las enfermedades asociadas al déficit de vitamina D son raquitismo y osteomalacia.
También se ha relacionado con otras infecciosas, autoinmunes o neoplásicas. Científicos de la Universidad de Copenhague han descubierto que es crucial para activar nuestras defensas inmunitarias y que, sin una ingesta adecuada, las células del sistema inmunitario no pueden reaccionar ni combatir enfermedades graves ni infecciones.
Sin esta vitamina, nuestro cuerpo no puede absorber el calcio que ingiere, por lo que lo extrae de los huesos, de ahí que aumente el riesgo de osteoporosis y fracturas.
Publicado
hace 2 díasen
3 septiembre, 2025Si hay una pregunta que muchos nos hemos planteado alguna vez es si se pueden tomar los medicamentos caducados.
Si accidentalmente ha tomado un medicamento caducado por un trastorno leve como un resfriado o un dolor de cabeza, no se preocupe, porque en el peor de los casos no le hará efecto.
En cambio, si se trata de un medicamento esencial para el tratamiento de una enfermedad grave o crónica, consulte con su profesional sanitario de referencia, ya que la potencial falta de eficacia podría perjudicar su salud.
Los medicamentos siempre deben tomarse antes de la fecha de caducidad que figura en el envase.
Este artículo le aclara todas las dudas.
La fecha de caducidad se puede encontrar en el envase de todos los medicamentos e indica el fin del periodo durante el cual se garantiza su eficacia y su seguridad, siempre que se haya almacenado en condiciones adecuadas de temperatura, luz y humedad.
El laboratorio fabricante determina la fecha de caducidad a partir de los resultados de estudios llamados de estabilidad, que someten a los medicamentos a condiciones ambientales extremas durante 6-12 meses.
Por este motivo cada medicamento presenta una fecha de caducidad diferente, que puede oscilar entre los 12 y los 60 meses.
La fecha de caducidad deja de ser válida cuando el envase se abre o se daña.
En general, se recomienda almacenar los medicamentos en un lugar fresco y seco, fuera de la luz directa del sol, y en algunos tipos de medicamentos como las vacunas o las insulinas seguir las instrucciones concretas de mantenerlos en la nevera.
Además deben respetarse las condiciones de uso que tienen algunos medicamentos, como los colirios o los jarabes reconstituidos, una vez se ha abierto el envase.
El hecho de que un medicamento preserve su eficacia una vez caducado depende de diferentes factores, como el tipo de principio activo, la presencia de conservantes, las fluctuaciones de temperatura, la luz y la humedad. Sin embargo, es muy difícil, sino imposible, identificar qué medicamentos podrían ser efectivos más allá de la fecha de caducidad.
En general, los medicamentos sólidos, como los comprimidos o las cápsulas, son los más estables.
Las formas líquidas como los jarabes, especialmente los reconstituidos, los colirios o los inyectables presentan más problemas de estabilidad.
Debe tener especial precaución con los medicamentos inyectables y nunca debe inyectarse una solución turbia, esté o no caducada.
Debe tener especial cuidado y asegurarse de que siempre se utilizan dentro de la fecha de caducidad aquellos medicamentos esenciales para el tratamiento de enfermedades crónicas como la insulina para la diabetes o los inhaladores de rescate, como por ejemplo el Ventolin® (salbutamol), para el asma.
Se debe revisar periódicamente la fecha de los medicamentos que, aunque no se usan a diario, son esenciales en una emergencia médica, como la Solinitrina® (nitroglicerina) para la angina de pecho o como los medicamentos empleados para el choque anafiláctico (reacción alérgica súbita y grave), por ejemplo el EpiPen® (epinefrina).
Solo se ha documentado un caso de intoxicación como consecuencia de la ingesta de un antibiótico caducado y, por lo tanto, parece altamente improbable que la ingesta de un medicamento caducado tenga efectos tóxicos sobre la salud. Aun así, NO se recomienda tomar medicamentos caducados.
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