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#LaGranotera| «Los medios, el Levante y el derbi», por Dani Hermosilla

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DANI HERMOSILLA

Es legítimo y hasta necesario que cada vez que haya un derbi se saque a relucir el tan manido mensaje del xoterismode los medios valencianos para con el derbi que, por otra parte, tiene su  razón de ser. Queda solapado durante todo el año, pero hay circunstancias que devuelven a la actualidad al apagón granota en la prensa valenciana. Empezó todo con la necesidad de compartir portadas el domingo, tras la gesta del Bernabéu. No sólo no compartimos portadas, sino que en algunos —caso de Superdeporte— abrieron con el empate del Valencia en casa ante el Atlético de Madrid, algo por otra parte, obvio. Es su apuesta comercial. Algunos, encendidos, han buscado un,  hasta cierto punto de victimismo, también ‘lógico’ desde la óptica levanitnista. Seguramente,  el mismo en el que muchos aficionados valencianistas caen cuando en medios de la capital se minimiza la información del equipo que visita al capi, más allá de aquel título tan habitual los días de previa como “El rival que nos visita hoy…” o en las páginas que, de manera habitual, dedican en la delegaciones.

El Levante UD empata en casa del campeón, i res, menys que mai, decís algunos. El infortunio de jugar el mismo día —Tebas, tío, ya te podías enrollar y poner a los dos equipos de la ciudad en días diferentes. Y eso duele, y lo entiendo. Pero dos cosas: los medios de comunicación (privados, claro) son empresas. Y en segundo lugar, hay una realidad mucho más evidente y cruel desde nuestra óptica granota: nos guste o no nos guste, hoy por hoy, la repercusión mediática del Valencia CF en esta ciudad es muchísimo mayor que la nuestra. Sin llegar a la insultante superioridad del Barça sobre el Español en Barcelona, pero todavía muy evidente. Sólo si el Valencia se constipa y el Levante triunfa, se pueden llegar a equilibrar la cosa, pero nunca al revés… Pero el camino se hace andando, y la distancia se reduce poco a poco. Siempre he defendido que para pedir algo, primero hay que llenar Orriols. Y en esas estamos.

Profesionales

¿Por qué os cuento eso? Porque quiero sacar una lanza a favor de TODOS los compañeros que cubren la información del Levante UD cada día, en cada momento, sea cual sea el medio. Sé que muchos os quejáis de la poca atención que se da en la ciudad a los éxitos del Leavante UD  e incluso alguno de vosotros defendéis un periódico propio, algo hoy inviable, creedme. Y os quiero decir que, en este contexto, la del derbi es la semana más complicada para un periodista granota  —no por filiación, sino por dedicación, espacio y visión, siempre compartida— Y aunque hay más y más tiempo, todo se queda diluida por el grande ya que, excepto que seas único y dedicado sólo y exclusivamente del Levante, lo pasas mal y sabes que tu lector habitual se va a molestar. La visión de cualquier acontecimiento en esta ciudad se vive de la óptica del que más repercusión tiene, y no hay solución: es y debe ser así (por cuestiones puramente económicas—. En la mayoría de medios hay voluntad de dedicar lo mismo a los dos equipos, se cuidan más los detalles, se entrevista y se sigue al Levante mucho más que cualquier semana. Pero la óptica es la misma que se sigue cuando cualquier equipo llega a la capital… visión Real o visión Atlético, sea medio nacional o no, para el equipo que va. Y eso es así. Y, por supuesto, nos queda el derecho al pataleo.

En positivo

Me encanta la rivalidad del derbi. Me parece mucho más positivo que pensar en que no nos hacen caso. Paso. El derbi ha mejorado con el paso de los años, siempre desde la óptica granota. Al principio, con los primeros derbis, siempre encontré mucha ansiedad, muchas ‘ganas’ de machacar al vecino, necesidad de reivindicarse en 180 minutos. Cómo no… ganas de vacilarle al amigo xoto de tu colla d’amics o cualquier cosa. Lo mirábamos desde la inferioridad de quien se sabe un peldaño por abajo, con menor calidad, con menos recursos, con menos gente, etc…

A los granota se nos llama sapos cuando alguien quiere hablar despectivamente de nosotros, se nos acusa de ser del Levante como segunda opción… no ser puros y estar llena la grada de aficionados del Real Madrid o del FC Barcelona que simpatizan con la causa. Defienden la pureza de los valencianistas frente al mestizaje granota. ¡Y qué, digo yo! Se te pide un certificado de autenticidad? Para nada. Cada uno es y siente su amor a unos colores como quiere y le apetece.

 El Levante UD tiene su propio discurso, ha trazado su propio camino, va con paso firme, minimiza situaciones de enfrentamiento —sólo el descenso provocó algún desencuentro— y crece con moderación, consolidando un proyecto deportivo y económico envidia en media liga y mérito de los pure granota fans y de los que se han subido al carro por simpatía, ganas y una gran familiaridad.

En positivo, porque es bueno para el Levante UD que se hable de él, sea cual sea la voluntad. El tiempo va poniendo ambos proyectos en caminos diferentes. El Levante UD ha optado por ganar la ciudad a base de integrar sensibilidades deportivas diferentes —fútbol, balonmano, fútbol sala, fútbol femenino, running, el EDI, etc…— y el Valencia CF centra todos sus esfuerzos en el equipo de fútbol —con la apuesta por el femenino varios años—, pero sin desviar la atención a otros deportes. Y es bueno para la ciudad dos sensibilidades así, que se dirijan a públicos diferentes, que busquen la grandeza cada uno por su sitio.  Y esto también es el derbi. Nació desde la desigualdad y llega en este inicio de temporada en el momento de mayor equilibrio, y no sólo por los puntos, sino también por el camino trazado por unos y otros …

De Guajes, estilo y favoritismo

Deportivamente, es uno de los partidos más atractivos que se puede ver hoy, a estas alturas de la temporada. Dos equipos muy similares, como llevo diciendo hace tiempo. Los dos nacidos de un concepto del fútbol nada marketiniano pero sí sólido, robusto, convincente. Muñiz y Marcelino son dos entrenadores que se mueven por hombres, no por nombres, por posiciones, no deneis, por necesidades, no influencers ni ronceros. Están por encima de todo eso, y ese es el fútbol que más me mola. El que se habla de fútbol y no de asuntos rosa. Y este derbi tiene mucha enjundia.

Lo primero, marcará el punto de madurez del Levante UD en primera, después de demostrar con solvencia en tres jornadas que lo del año pasado no fue casualidad. El líder y campeón de Segunda División podía haber competido con garantías en primera, como siempre defendió Muñiz. Por el bando valencianista, marcará el grado de crecimiento del equipo, ya apuntado ante el Atlético de Madrid —pero arropado por Mestalla— y ahora lo hará en un ambiente hostil, aunque con buena presencia en las gradas de seguidores.

¿Jugadores? La verdad, no se puede destacar a nadie: Parejo-Bardhi, Postigo-Garay, Neto-Raúl… Nada de nada. Muñiz y Marcelino se empeñaban en la rueda de prensa conjunto en restarse protagonismo  dárselo a los jugadores. Pero Levante UD y Valencia son dos equipos con cocina de autor, muy fiel reflejo de sus constructores, sus entrenadores… Yo sé que no me voy a aburrir ni aunque queden 0-0 y no haya casi ocasiones. El fútbol, a  veces, te ofrece batallas en las que la pasión está más en el cómo que en el qué.  Ver a dos equipos partiéndose el pecho por ganar un partido y poniendo rigor y trabajo detrás a mi me pone  mucho más que mil bbces o msdes juntas. He llegado a un punto en que se presunto espectáculo tiene más de gaseosa que de cava. Y a mi me mola mucho más la camiseta empapada, el olor a sudor y réflex. Y eso no quiere decir que ambos equipos no sean capaces de proporcionar calidad, toque  y buen juego. Ni mucho menos. Disfrutemos.

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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