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#LaGranotera| ‘Muñiz, primer examen de recuperación en el Pizjuán’

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DANI HERMOSILLA

La memoria del fútbol es corta y selectiva. El mayor procesador universal, el cerebro humano dicen que tiene memoria selectiva, porque de no ser así  sería imposible poder almacenar tanta información, y tenerla toda en el escritorio de nuestra cabeza. Pues llegados a esta jornada 16, con 5 derrotas, sin haber estado en puestos peligrosos, manteniendo el descenso a 4 puntos —cierto que hace poco estaba a 8 puntos— ganando 1 de los últimos diez encuentros, habiendo perdido en casa contra Alavés, Girona y Athletic, no ganando desde finales de septiembre y blabla blabla babla, la verdad es que llegamos al primer examen del año para Juan Ramón López Muñiz, el técnico del histórico ascenso granota la temporada pasada en Segunda División. Más que un examen de nota final, se trata de uno de recuperación. Porque los resultados en el fútbol y en la vida, mandan. Un buen resultado en Sevilla podría ofrecer la tranquilidad que, ahora mismo, necesita el equipo, que en Orriols empieza a ser víctima de su propia esquizofrenia y presión. Una derrota —y sobre todo una dolorosa derrota— dejaría a Muñiz en el punto de mira de los aficionados más críticos con su gestión. Cierto que hubo algunos que la temporada pasada ya le censuraron su juego —el Levante en la Liga 123 tampoco hizo partidos súper brillantes. Pero arrasó y estableció registros que, si bien no fueron de récord, sí que le permitieron celebrar la vuelta a Primera lo antes posible.

El Muñiz más imprevisible

Ya os lo conté ayer. Me sorprenden los bandazos del míster. Es más, no me gustan. Me encantaría saber la opinión del míster sobre los fichajes y, por más que os extrañéis, me gustaría saber qué opina de Unal y por qué rompió con su filosofía de vestuario colocando al turco —que tampoco ha destacado en los remates a portería, algo que como siempre he defendido, da más valor a los más de veinte goles que el bueno de Roger Martí marcó el añó pasado, y que en la mayoría de casos se fabricó el solito—. También querría saber que opina futbolísticamente de Emmanuel Boateng o de Sasa Lukic, que se perfila como titular, la primera vez que lo haría con la camiseta granota. También querría saber por qué se ha dejado fuera a Saq El Hacen, substituidos en el descanso del partido ante el Athletic. Pero no lo sé, públicamente porque no se pronuncia, y en privado porque en este club todo es muy hermético. Lo que se destila es que no acaba de gustarle lo que se le ha traído. Pero en mi caso, es una simple conjetura.

Y digo esto porque esta lista para jugar contra el Sevilla ha sido la más imprevisible desde que está en el club. Y no me gusta. Para mí, Muñiz sigue teniendo toda la confianza porque creo que es justo en la mayoría de decisiones que toma. Dejarse fuera de la lista al norteamericano y al mauritano es casi bueno para los chavales, en espera de tiempos mejores y no del ruido y la estridencia que hay en cada club. Alinearlos ante el Athletic no fue un error, sino una decisión del técnico, que les quiso premiar por su contribución al equipo durante estos últimos meses y porque pensó futbolísticamente que le podían aportar. Como así lo dijimos la mayoría antes de inciarse el partido contra el Athletic. La realidad —ya la conocéis— fue muy diferente.

Cuestión de resultados

El Levante no levanta cabeza desde que estuvo en Sevilla, allá a finales de septiembre. La segunda parte del partido ante el Betis (4-0) dejó tocado al equipo, habituado a ganarlo todo en Segunda División e invicto hasta la fecha en primera. Y desde entonces, su juego ha ido mucho peor que sus resultados, como si se le hubiera ido de repente su referencia futbolística. En Segunda, Muñiz logró formar un equipo que dominaba todos los registros tácticos del fútbol. Esto es, sabía cuando atacar, defender, con y sin balón, dónde presionar, qué zona del campo ocupar. Hoy, de eso no queda nada. El equipo está plano, sin alma, sin alegría. Duda. Ni llega arriba ni defiende bien. Es como si los automatismos del final de la pasada campaña y principios de la actual, hubieran pasado a mejor vida. Nunca más se supo. Y más que los resultados, lo que me preocupa es que el equipo empieza a no saber leer los partidos, más allá de alinear a uno u otro futbolista. A veces, las piezas tardan en casar y, lo que parece que no funcione, con un simple cambio, se arregle. Lo espero

¿Lukic titular?

Ver cómo tu entrenador confía antes en un chaval de la cantera que en tí, cuando no has tenido la oportunidad de jugar, duele. Y siempre digo que Muñiz fue ‘muy justo’ con la plantilla, quiso premiar y poner por delante los que estaban del ascenso, siempre que el rendimiento y los resultados acompañaran. Pero con el serbio, eso no ha sido así. Dicen que se trata de un jugador introvertido, con el que el idioma es una barrera. Pero no me sirve. La función de un entrenador es tener contacto con sus jugadores a todos los niveles —búscate la vida para entenderte—, tener a la plantilla motivada y explicar, explicar, explicar… Los futbolistas —como el relevo en la portería— entienden el cambio, aunque les duela y les moleste. Lo que no entienden es la falta de oportunidad porque deja entrever falta de confianza. Y eso es lo que ha visto Lukic.Y por eso su voluntad de querer marcharse, si la cosa sigue como hasta ahora. En Sevilla pinta que será titular. En el momento más complicado del equipo esta temporada, pero creo (y espero) que la tenga. Y casi lo mismo podemos decir de Cavaco. Al técnico, en ambos casos, le ha faltado esa mano tendida que también se precisa, y más cuando las cosas en algunos momentos, no han pintado bien.

Fichajes de invierno

Bueno, pues parece que habrá lateral derecho nuevo (yo, sinceramente, soy de los que opina que no es necesario). La presión sobre Pedro López y Saq es muy grande. A unos no les gusta el primero —está acabado, dicen— y a otros el segundo —está muy verde, o no vale para primera— Lo cierto es que parece que esa posición —Coke parece ser el mejor colocado— será la primera. ¿La segunda? La delantera. La gran asignatura pendiente esta temporada. Si ningún delantero ha funcionado, ¿no será que falla otra cosa y no el punta? Dejo esa pregunta en el aire. Volverá Roger, y se firmarán 2 futbolistas más de ataque. Saldrá Unal y ¿qué pasará con Boateng? Lo mejor es que, si hay dos nuevo delanteros, salga cedido para jugar minutos. Para mi, ha sido el punta que más efectividad —en ocasiones, sobre todo— ha tenido. Y ahí lo dejo. Lo normal es que salga en el mes de enero —siempre que haya sustituto, claro y lleguen dos puntas

¿El central? Sí, opino que es necesario, siempre que Cavaco no dé o le dejen dar ese paso adelante que necesita o requiere todo jugador. Sergio Postigo —presumiblemente, hoy suplente en Sevilla— no lleva un buen año, y fue el defensa de referencia y de jerarquía la temporada pasada. Esa función, hay que cubrirla. Porque Chema tiene mucha calidad pero necesita un compañero que lidere la linea. No es una disfunción del madrileño, le pasa a muchos defensas. Es más bien una cuestión de carácter o forma de ser o competir. Y las dudas de Postigo se han trasladado a toda la línea, incluida la portería, como pasó con el primer gol del Athletic el domingo.

 

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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