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Raúl y Roger ayudan al @LevanteUD a ganar la batalla de Zaragoza, por @DANIH069

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DANI HERMOSILLA 

 

Un gol de ‘pillo’ de Roger y una descomunal tarde del guardameta vasco Raúl Fernández ha sido suficiente para que el Levante UD se dispare en la clasificación. El guardameta sacó balones que se colaban, estuvo seguro y fue decisivo. El delantero logró en La Romareda su vigésimo quinto gol de esta campaña. Nuevamente, un gol decisivo. Un nueve que marca y un portero que para, la pócima perfecta de un equipo ganador.

El Levante UD no para de ganar. Los partidos se repiten, las circunstancias pueden variar, pero sus constantes vitales son extraordinarias. Medir los tiempos, jugar con cabeza, aprovechar las ocasiones y tener la puerta a cero. Ese fue, una vez más la hoja de ruta del equipo. Ya no lo podemos esconder. Si el Cádiz no gana, la distancia se irá a 15 puntos, una ventaja descomunal, se me antoja que decisiva (que no definitiva)

Roger, el ‘killer’
No fue un gran partido, una vez más, pero todo el mundo sabía que la de Zaragoza iba ser una batalla de armas tomar. Como decíamos antes, en el fútbol dicen que quien tiene un ‘9’ goleador tiene avanzado buena parte de sus objetivos. Y no les falta razón. Roger Martí es esta temporada ese jugador franquicia, ese futbolista que hace el gol importante, decisivo, el que da puntos, el que desenmaraña partidos igualados.

El único tiro a puerta del Levante en la primera parte fue gol. Cierto que hubo oportunidades, y que el de Torrent estuvo en todas ellas. Pongamos por caso el ‘9’ de enfrente. A Angel lo conocemos de sobra por estos lares. Un buen futbolista que no tuvo suerte en Orriols, pero que le sobra calidad. Por no hablar de Manu Lanzarote. Su pegada y gol estupendas. La diferencia en la clasificación, abismal. ¿Donde reside todo? El bloque y el estado de ánimo, también. 4 tiros a puerta del Zaragoza, ningún gol. Uno del Levante, gol. De pillo, de nueve, de maestro de las áreas, de artillero. Adelantándose a portero y defensas. Al centro de Morales, pillería del de Torrent, como si jugara en el patio del colegio.

Seguimos con Roger. Antes del gol, se atrevió con una tijera en el punto de penalti. Ligeramente desviada. La batería de recursos empieza a tomar mucho cuerpo. En el banquillo espera Juan Muñoz y Casadesús. Mientras el valenciano defina de esta manera, pero además pelee todos los balones, disponga de esa capcaidad de desborde… me parece que no hay debate

Seamos sinceros, el Zaragoza pudo haber marcado en el primer tiempo. Un balón a la cruceta, un gol (bien) anulado a Feltcher, por fuera de juego, un lanzamiento de Manu Lanzarote de falta, y un excelente control de Angel que acabó con paradón de Raúl, sufiente bagaje. Pero, a pesar de ello, el Levante no padeció en exceso. Fue una primera parte abierta, de juego ofensivo.

Lo decía esta semana Felip Bens, el partido es el más ‘fácil’ de los últimos. Porque el Zaragoza juega —y deja jugar—, porque el conjunto aragonés no deja de ser un equipo de primera jugando en segunda, que ha errado con la transición. Algún día se le reconocerá el mérito a Tito, como en su día le dimos el valor al tándem Manolo-Luis García.

Pero este Levante tiene un juego práctico, como una máquina engrasada preparada para no fallar. Optimiza al máximo su juego. No abruma a sus rivales con posesión de balón. Ni siquiera es un equipo de cambios de ritmo. Lo que sí hace el Levante es llevar una velocidad de crucero que machaca a sus rivales a cámara lenta, pero de forma efectiva.

Apretón del Zaragoza tras el descanso
La segunda parte fue un monólogo ofensivo del Zaragoza. Le va la vida en ello, para engancharse a la lucha por el ascenso. El Levante, como dijo su entrenador, debe administrar su ventaja. Ganar es pegar un golpe de autoridad.

Le metió mucha fuerza y tensión al juego el Real Zaragoza. La Romareda resultó un tanto desquiciado. Las vías de agua en el Levante se acumulaban las vías de agua. Xumetra y Lanzarote volvieron a tener el empate. Mención especial a Raúl Fernández, muy seguro bajo palos. Al portero vasco los problemas le vienen cuando su equipo domina el juego y ha de salir de la portería. Providencial cuando en el tiempo añadido sacó con los piés un balón a bocajarro de Dongou. Espectacular.

Pudo marcar también Roger, pero al Levante le cuesta cerrar los partidos y marcar el segundo. Se mueve bien en esa frontera de presión del marcador. Los cambios de Muñiz van en la nueva linea de nadar y guardar la ropa. Dos defensas, por dos centrocampistas. Ahí es nada. Lo importante, tener clara tu función. Y ahora el técnico, con toda la plantilla, tiene mucho donde elegir.
ALINEACIONES

REAL ZARAGOZA:
Irureta; Jesus, Fran, Cabrera, Rolf Feltscher, Cani, Manu Lanzarote (Edu García, 70), Ros (Edu Bedia,78′), Xumetra (Dongou, 78′) , Zapater y Angel.

LEVANTE UD
Raúl; Pedro López, Rober Pier, Sergio Postigo, Toño; Natxo Insa (Chema, 88), Espinosa (Jefferson Lerma, 73), Jose Campaña; Morales, Jason (Abraham, 65) y Roger

Arbitro: Eiriz Mata
Tarjetas amarillas :

Zaragoza: Manu Lanzarote,

Levante: Toño (acarrea sanción)
Estadio de La Romareda: tarde lluviosa y césped resbaladizo

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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