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‘Un horroroso Levante complica a Muñiz’, por Dani Hermosilla

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DANI HERMOSILLA

“Hemos hecho una primera parte horrorosa, y no os sé decir por qué”, señalaba Oier en la zona mixta de Anoeta, justo después de la dolorosa derrota del Levante ante la Real Sociedad, en una prueba más de que, cuando el equipo de Muñiz está bien, no pierde y cuando está mal, pierde y. últimamente, cuando cae derrotado lo hace sin paliativos, a excepción de lo que pasó en Mestalla. La decadencia del juego granota va por fases, todas ligadas con un eje común: el equipo es débil mentalmente y cualquier contingencia en el juego, lo paga. Llevo sosteniendo que, desde que se cayó con estrépito en el campo del Betis, nada ha vuelto a ser igual en el cuadro de Muñiz. En Villarreal pareció tocarse fondo. Equipo plano, sin agresividad. Nada que alegar a la derrota entonces en La Cerámica. Y nada que alegar tampoco en Anoeta. “Han sido superiores”, reconocía un abatido Muñiz en la sala de prensa. ¿Destitución? En el fútbol poca cosa se puede saber con seguridad. Pero si hay una es que los resultados determinan todo lo demás. Ni estructuras, ni planificación, ni paciencia. Los resultados marcan. Y no es que los resultados sea lo más preocupante de este equipo, que empieza a serlo. Lo más grave es la sensación que deja: por una lado, impotencia –su juego es plano y previsible- y, en segundo lugar, la sensación ya descrita: autoconfianza nula y muchos patrones de juego en uno.

DOS DELANTEROS….

El Levante, una vez más, salió a verlas venir. ‘Maduramos el partido’, suele decir Muñiz. Importante: no encajar. Y así ocurrió en Segunda. Pero este año, no te llega. A los nueve minutos, inocente agarrón de Lukic a Agirretxe justo delante del árbitro. Indiscutible, como después reconoció Muñiz en rueda de prensa. Xabi Prierto lo convierte. Y hasta ahí llegó el Levante. Lo demás, sobró. Y no es que los primeros minutos fueran una locura de juego granota, pero al menos, el orden y la colocación no eran erróneos. Había entrado Jason por Ivi y Chema por Rober. Lo del central madrileño es increíble. De una gran temporada y un inicio espectacular en su debut en primera, ha pasado a un jugador vulgar, sin criterio. Un espejismo de lo que fue. Las primera es exigente. Y si no, que se lo digan a Roger, que volvió a tener minutos aunque sigue demostrando estar muy lejos de su mejor versión.

Ivi se quedaba fuera del equipo y la convocatoria. Con molestias toda la semana, finalmente se optó por darle descanso. Hoy por hoy, el madrileño es uno de los más enchufados, y que más sensación de peligro da. De Jason decir que pasó desapercibido, pero que su olfato le hace casi fabricar ocasiones de la nada. Suyo fue el único remate entre los tres palos del Levante, concretamente se estrelló en uno de ellos: con 3-0 hubiera servido para maquillar el resultado. Pero ni por esas.  El partido poca historia tuvo.
Sergio Canales salió por el lesionado Xabi Prieto y, con el aire a favor, se salió. Dos equipos blanditos frente a frente. Cuando pasa eso, gana el que más calidad tiene. Y poco más.

Volvió a ceder terreno y tiempo el Levante a un rival. Nunca ha remontado un gol en contra. Y los tres partidos que ha ganado, lo ha hecho adelantándose en el marcador. Son números preocupantes, no sólo por lo que supone en la clasificación, sino también por lo que se barrunta en el futuro. Hay que entrar más fuerte en los partidos, porque esperar no te llega `para mantener tu portería a cero. ¿Si la Real no marca en el primer cuarto de hora? Pues probablemente estaríamos hablando de otro resultado. Un  entrenador un día me dijo que los equipos no sólo se construyen sino que se empiezan a arreglar de atrás adelante, desde la portería al ataque. El Levante necesita menos metros a su espalda, dar menos espacios y empezar los partidos más protegido. Para jugar como quiere Muñiz, hay que morder muy arriba y tratar de hacer daño (gol) pronto. Nada nuevo, diréis. En un debate pausado, a buen seguro que el cuerpo técnico sabe que se concede demasiada ventaja y demasiados errores cada partido. Pues eso.

La primera parte acabó con un segundo gol que ya fue una losa. La banda izquierda estaba marcada en rojo por parte de la Real de Eusebio. Con Odriozola y Mikel Oiarzábal, con la inclusión de Illarra y las caídas de Sergio Canales, creaban mucho peligro. De esas, llegó el gol de Juanmi. En el segundo palo, ganando la espalda a Coke que, aunque no tuvo su mejor día, es de los que nunca se esconde. Oier, imposible. Y así se llegó al descanso.

Oier reveló que en el descanso –que por cierto duró muchísimo en el vestuario granota– había que salir con otra actitud, más arriba, con más garra… Vamos, que otra vez se había tirado media parte a la basura. Pero duró bien poco la apuesta por un punto más de garra y agresividad. Lo justo para que el niño Canales  se inventara una acción individual, de esas que le gustan al cántabro para cerrar el partido con el 3-0. La Real, ya sin temores, bajó el ritmo, quitó el pie del acelerador y le dejó todo al Levante que, sin fe ni confianza, fue como un pollo sin cabeza. Quiso, sin convicción pero no pudo.

ROCHINA, LO MEJOR

Lo único positivo, el debut de Rubén Rochina, que puso muestras de calidad, que ya se conocía. Buena zurda, buena visión y buen pase interior. Partiendo de la banda, hizo en poco más de media hora, mucho más de lo que se le vo a Samu García en toda su trayectoria en el Levante. Jugó bien, movió bien, chutó a puerta… La ocasión más notable, no obstante, la tuvo Jason que esta temporada está dejando su pólvora a cuentagotas.

MUÑIZ, ABATIDO

“Han sido superiores, merecieron ganar”, dijo de forma contundente Muñiz al empezar su comparecencia de prensa. Pocas veces el asturiano se mostró de esta manera. Siempre defendió a su plantilla. Al equipo de Anoeta, no. Pero se puso él al frente: “soy el máximo responsable”. Nadie esperaba una reacción así. El equipo, como en Villarreal, no compitió. Estuvo, pero no hizo nada por ganar el partido. Defendió mal, se colocó peor y cuanto apenas atacó. Tras los avances en los últimos partidos, llegó un nuevo retroceso. ¿Definitivo? El viaje de regreso, un funeral. Nadie hablaba con nadie. Quico Catalán, presidente del Levante, declinó hablar con los medios allí desplazados. La mirada perdida del presidente. Ni un solo comentario sobre el futuro próximo del técnico. La semana que viene iniciaremos una serie de tres partidos en 6 días (lunes 26,  Betis en Orriols; jueves 29, Alavés en Vitoria y domingo 1 de marzo, Espanyol en casa). Media permanencia en juego, en el peor momento.

 

REAL SOCIEDAD

Rulli; Olazábal (Gorosabel, 80’), Aritz Elustondo, Raúl Navas, De la Bella; Xabi Prieto (Sergio Canales, m.12), Illarra, David Zurutuza; Mikel Oiarzábal (Zubeldia, 68’), Agirretxe y Juanmi.

LEVANTE UD

Oier: Coke (Rochina, 55’), Sergio Postigo, Chema, Luna; Lukic (Roger, 46), Doukoure, José Campaña; Jason, Morales y Pazzini (Boateng, 59)

Arbitro: Jaime Latre, amonestó a Lukic y Chema Rodríguez.

Anoeta, más de 18.000 espectadores.

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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