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‘1 de agosto … y entonces sucedió que …’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

…………….aquel domingo día 1 de agosto de 1976, de hace hoy cuarenta y un años, se disputaba la décima carrera del campeonato de Fórmula 1, correspondiente al Gran Premio de Alemania, en el siempre difícil y peligroso circuito de Nürbugring, al que también se le conocía con el apelativo del infierno verde”, un sobrenombre atribuido al tres veces campeón del mundo, el piloto escocés Jackie Stewart, para referirse a este trazado, ubicado en los bosques de la región de Eifel, como probablemente uno de los más complicados de conducir, del que llegaría a decir ;

Si te gusta Nürbugring………..o no has sido suficientemente rápido, o es que estás loco”-.

El campeonato de 1976 había empezado con la misma dinámica triunfalista, para la escudería Ferrari, con la que habían acabado el año anterior, imponiéndose en 1975 como justos vencedores, tanto en la categoría de constructores (que hacía once años no habían vuelto a ganar) como en la de pilotos, con el austríaco Niki Lauda y sus cinco victorias en Mónaco, Bélgica, Suecia, Francia y en los Estados Unidos, que le habían proporcionado al final de la temporada casi veinte puntos más de ventaja sobre el segundo clasificado, el brasileño Emerson Fittipaldi, defensor del título del año anterior.

Aquel año de 1976 el campeonato se había iniciado en Brasil, desapareciendo del circo de las cuatro ruedas el de Argentina, una nación sometida por aquellos días a una grave inestabilidad política que acabaría con el golpe de Estado, durante el mes de marzo de ese mismo año, del general Videla, y mucho más concentrada en los preparativos de un mundial de fútbol que se celebraría dos años más tarde, en 1978.

Por el contrario, fueron introducidas cuatro carreras nuevas, un doble Gran Premio en los Estados Unidos, consistente en dos pruebas, una primera que denominaron la carrera del Oeste, a celebrar en el circuito callejero californiano de Long Beach, al sur de Los Ángeles, durante el mes de marzo y una segunda, casi al final de la temporada, durante el mes de octubre, en el tradicional circuito de Watkins Glen de Nueva York, completándose la competición con la inclusión de dos circuitos nuevos, el de Mosport Park de Canadá y el Fuji Speedway de Japón.

Hasta 1975 el Gran Premio de España se realizaba en años alternos en las ciudades de Madrid y Barcelona, pero el grave accidente ocurrido el 27 de abril de 1975 en el trazado urbano de Montjuic, cuando en la vigésimo sexta vuelta y liderando aquella carrera el alemán Rolf Stommelen, rompiendo su alerón trasero encontrándose en plena recta, saliera despedido hacia donde se encontraban los espectadores de la misma, arrollándolos y causando la muerte de dos comisarios de pista, un bombero y un periodista, así como hiriendo a más de una decena de personas, algunas de ellas de gravedad, acabaría por decantar a la organización del campeonato la celebración, a partir de ese año en el autódromo madrileño del Jarama, durante los siguientes cinco años.

Aquella mañana nublada del domingo 1 de agosto, con una temperatura cercana a los 20 ºC, amenazaba lluvia, en los siempre húmedos bosques del oeste de Alemania, en donde se encuentra este complejo circuito con su trazado estrecho y peligroso.

La “pole position” (que es el término con el que se designa a quien al obtener el mejor tiempo en las tandas clasificatorias, ocupa el primer puesto en la parrilla de salida de la carrera) la había conseguido el piloto británico James Hunt, con su McLaren, un viejo conocido y rival dentro de las pistas, desde las categorías inferiores de la llamada Fórmula 3, de un Lauda que se había tenido que conformar con el segundo puesto, y que se presentaba en aquel certamen con tantas victorias, como las obtenidas durante toda la temporada anterior, un total de cinco, que le conferían una cómoda renta de sesenta y un puntos en la clasificación general.

La imagen que se proyectaba desde la “Scuderia Ferrari” a todos los aficionados del mundo del motor era que Niki Lauda con su F-312T2  antes o después, ese mismo año volvería a ser proclamado campeón.

En los momentos previos al inicio de la carrera comienza a llover, de lo que resultaría finalmente ser una “efímera lluvia”, que se prolongaría únicamente durante la primera vuelta, pero que obligaría a la mayoría de los pilotos, en previsión de un mayor agarre para aquellas condiciones climatológicas, a colocar “gomas para asfalto mojado”, un tipo de neumáticos estos que mientras la pista se encuentre en dichas circunstancias funcionan correctamente, al conferirle una mayor adherencia del vehículo al asfalto, pero que en cuanto la pista se seca, la degradación que se produce es tal, que podría suponer malograr la carrera entera, por lo que al cesar aquella fugaz llovizna, en la segunda vuelta los pilotos decidieron colocar aquellos que mejor se adaptaban a las condiciones de una pista en condiciones de seco.

Y entonces sucedió que, en aquella segunda vuelta, acometiendo la curva Bergwerk a una velocidad aproximada de unos 240 kilómetros por hora, el Ferrari de Niki Lauda pisando ligeramente “el piano” (que son las señales visuales de advertencia, que se encuentran pintadas sobre el asfalto, generalmente en colores blancos y rojos, que sirven para indicar a los pilotos en dónde se encuentran los límites de la pista), perdiendo el control del mismo, salió virado de esta y desplazándose desde atrás, impactaba contra el muro situado al lado opuesto, el derecho, regresando despedido el monoplaza, como consecuencia del mismo impulso de la colisión, de nuevo hacia la pista, y al haberse roto el depósito del combustible comenzar a arder, pudiendo evitar el piloto inglés Guy Edward, a bordo de su Hesketh-Ford, milagrosamente la colisión con los restos de aquel Ferrari en llamas, pero no así el estadounidense Brett Lunger con su Surtees Ford que acabaría colisionando frontalmente con este, desplazándolo cien metros.

Son precisamente estos dos pilotos, Guy Edward y Brett Lunger, acompañados del piloto italiano de March Ford Arturo Merzario, quienes intentan sacar a un Lauda que había quedado atrapado entre los amasijos de aquel coche destrozado, pero el fuego se lo impide. Tras varios minutos, un vehículo de la Organización del Gran Premio llega al lugar del accidente y con un extintor logra apagar las llamas y rescatar al piloto, en un estado crítico, presentando quemaduras en cabeza y muñecas de primer y tercer grado, con rotura de varios huesos e intoxicación de pulmones, siendo evacuado en helicóptero al hospital Bundeswehr, en Koblenz, y desde allí a la Clínica de Urgencias de Ludwigshafen especializada en quemados, en donde llegaría a recibir, dada la gravedad de las heridas presentadas incluso la “extremaunción”.

Sorprendentemente, este bravo piloto, cuarenta y dos días después de este suceso, reaparecería en el Gran Premio de Italia, el 12 de septiembre en el circuito de Monza, donde acabaría la carrera en cuarta posición, manteniendo una pugna con el díscolo James Hunt que se prolongaría hasta la última carrera, celebrada en Japón, bajo unas circunstancias de lluvia torrencial que acabarían por hacer desistir a un Lauda que se retiraría al presentar problemas en la zona ocular al tratar de abrir y cerrar los ojos de una zona herida, en el que las gotas de lluvia en aquellas condiciones se asemejaban más a finos alfileres que se clavaban en la dolorida piel.

Ese mismo día, al lograr acabar aquella infernal carrera en cuarta posición James Hunt fue proclamado campeón del mundo, al haber conseguido un punto más que Lauda, que al año siguiente, en 1977, volvería a ser proclamado de nuevo campeón, y una tercera vez en 1984, en esta ocasión ocupando plaza en un McLaren, de este bravo piloto del que dicen es nieto de un gallego de Loña de Monte de nombre Juan Lauda Crespo, que habiendo emigrado a los Estados Unidos y casado con una gallega del mismo pueblo tuvieron cinco hijos, de los que uno de estos, de nombre José Lauda Soto, piloto de aviación del ejército estadounidense, que casado con una austriaca, y fruto de aquella unión acabaría naciendo Andreas Nikolaus Lauda.

En el siguiente enlace imágenes de la curva a bordo de un vehículo que colisiona en el mismo punto de la señalada curva Bergwerk, https://youtu.be/gkWb2jnFJ90.

Y de aquella trágica carrera en 5;57 https://youtu.be/piFtNVh-JSA

y la última carrera del campeonato de aquel año celebrada en Japón en 7;48 https://youtu.be/ihyPe5Syo3Y

 

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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