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El Levante pone a enfriar el cava, por @DANIH069 #HuescaLevante

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Daniel Hermosilla

Ni el frío de Huesca, ni la intensidad de los equipos de Anquela, ni El Alcoraz que apretó de lo lindo. El Levante se coronó campeón de invierno a lo grande, suma 46 puntos, deja a once al tercero (Getafe) y afronta la segunda vuelta con todas las miradas encima. Sin triunfalismos, poco más se puede pedir a este equipo. Dicen que el campeón de invierno lo suele ser también al final. Como leía en Twitter, el ascenso ya no se gana, sólo se puede perder. Y eso es un lujo.

Alcoraz fue zona de batalla, un campo reservado a la lucha entre musulmanes y cristianos, historia del país. El Levante dibuja en los campos de Segunda División, la imagen de su retorno. La Romareda o el Alfonso Pérez Muñoz no permiten hacerte creer que estás en la liga 1,2,3… Campos como El Alcoraz, Anduva o el antiguo Ipurúa (ahora ya no), si. Y es ahí en donde Muñiz pone su énfasis, habilita al equipo y le avisa que si se quiere estar visitar el Camp Nou o el Bernabéu al año que viene, hay que arremangarse, como en Huesca, en donde ha firmado una victoria, para mi, fundamental, un golpe de autoridad contundente.

El partido resultó un monólogo de juego —excepto al final, que el equipo se aguó con los cambios y la bondad del marcador.  El Levante dominó siempre la situación, con y sin balón. No dudó nunca. El Huesca sólo creó peligro a pelota parada. Y ahí sigue sufriendo Raúl, a pesar de sus casi dos metros de altura. Ojo. Presión arriba, pero esta vez no continuada, ya que el Huesca tiene un juego un poco más directo. Repliegue intensivo cuando era necesario, con Insa y Lerma abanderando el punto de agresividad necesario (los dos fueron amonestados). Muchas tarjetas para los granota, prueba de que el partido había que ganarlo desde el trabajo. 

El 0-1

Roger es un futbolista que está soltando todo su talento. A falta de verlo en plazas mayores (primera), su repertorio de movimientos y de toques es exquisito. Y mejora. El gol es un error del potero local, pero nace de un centro envenenado de Roger, a mitad camino entre defensas y potero. De esos que confunden. El portero salió, pero se le fue la bola. Y Jason hizo el resto. Por cierto, que este chico tiene una debilidad especial por enviar el balón al palo. En Huesca suma otro para la colección.

Muñiz sacó de la chistera el once más extraño del curso. No sólo porque cambió los nombres del equipo sino que, sobre todo, porque entendió que el partido de El Alcoraz, con un campo pequeño y helado, debía de ofrecer otro fútbol, el otro fútbol. Como en Miranda de Ebro, en Huesca el Levante se erigió como un equipo rocoso, pero siempre manteniendo su buen toque de balón. Eso sí, con el 0-2, los cambios en los dos equipos y el público achuchando a su equipo y al árbitro, el Huesca puso en algún aprieto a la defenas, pero Raú —se puede decir así— tuvo un partido tranquilo.

Los cambios de Muñiz

Abraham en la posición de extremo. Sentó a Morales que, cuando nos hemos cansado de decir que no estaba bien, lo ha sacado del once. Decisión de manual. A un jugador no se le saca del once cuando está mal (lo puedes matar) Ahora que empezaba a ver la luz, descanso. Abraham es lateral can Barça, es decir de largo recorrido hacia delante y con poca experiencia atrás. Buena solución, sobre todo porque hay que tenerlos a todos enchufados.

Jason. El otro día un aficionado me decía que echaba de menos un comentario sobre Rubén. Sí, cierto que está entonado y que parece que se ganará el sitio. Y me alegro. Condiciones, como nadie. Y es un lujo tenerlo. Pero os hago una reflexión: a Roger lo enviamos el año pasado fuera porque no marcaba. Y Jason volvió a ver puerta. Que sí, que queremos mucho a Rubén y su juego transmite. Pero ¿quién de vosotros sacaba a Jason del equipo mientras marque goles? Yo no, aunque es cierto que se diluye en alguna fase del partido.

Lerma. Como en Miranda, el colombiano volvió. El gol en Murcia esperemos que le de la calma y la confianza. Domina como nadie el tempo del partido. Junto a Natxo Insa y Campaña, sin problemas. Tiene recorrido, sabe hacer la falta en el justo momento. Ya os dije el otro día. Me parece fundamental en primera división. Y en segunda debe serlo también, o más. Al tiempo.

Además, Muñiz, con el resultado a favor pudo dar premios y descansos: Roger y Campaña abandonaron el campo sustituidos. Son los dos indiscutibles para el asturiano.

El Numancia marcará el inicio de la vuelta del campeonato decisiva. Lo hacemos con once puntos sobre la primera plaza de promoción, con un equipo que ha recuperado tras el parón los signos del principio. Pero sin confianzas. La buena trayectoria te tiene que permitir también trabajar con mira larga. Y eso va para el club.

SD HUESCA

Herrera; Akapo, Í. López, Jair, Brezancic, Aguilera (Camacho, 58), Melero, Samu Sáiz, Vadillo, Ferreiro (Alexander, 65), Borja Lázaro (Urko Vera, 75’)

LEVANTE UD

Raúl; Pedro López, Sergio Postigo, Rober Pier, Toño; Natxo Insa, José Campaña (Espinosa, 71), Lerma, 58; Jason, Roger (Rafael Martins, 66), Abraham (Saveljich, 83).

0-1, Jason, 22’

0-2, Roger, 54’

Arbitro: Areces Franco. Tarjetas a los jugadores del Levante. Roger, Lerma, Jason

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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