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Antecedentes del Valencia- Real Madrid

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Vista general del estadio de Mestalla que tras albergar partidos del Mundial 82' y de los Juegos Olímpicos del 1992, acoger una decena de finales coperas, sufrir una riada en 1957 e incluso ser final de etapa en una edición de la Vuelta a España, cumple este sábado su primer siglo de historia, que está unido de manera indisociable a la historia del Valencia. EFE/Juan Carlos Cárdenas

València, 19 may (OFFICIAL PRESS – EFE).- En el día 1 del siglo II de Mestalla, el campo de la avenida de Suecia acogerá el partido Valencia-Real Madrid. Podría ser casualidad, pero, en realidad, el rival no podía ser otro, ni tener mayor significado: una final de Liga de Campeones entre ambos, un estadio en el que el Madrid jugó como local en Europa y el club que ayudó al Valencia a ampliar Mestalla en la década de los cincuenta.

Valencia vs Madrid: su historial

Aunque sin grandes celebraciones por su centenario, el campo valencianista será el lugar de otro de los muchos Valencia-Madrid marcados por la historia, como los cien partidos anteriores que habían enfrentado a estos dos equipos en Mestalla, que cumple este sábado su centenario.

La lista de curiosidades de los Valencia-Madrid es larga: desde convertirse en la primera final de Liga de Campeones entre dos equipos españoles hasta el hecho de que los dos equipos filiales hayan derrotado a los primeros equipos, el primero de ellos el CD Mestalla (1-0 en Mestalla) en una eliminatoria copera en 1965 con un 1-0 en el campo valencianista y el Castilla, por 3-2 en otra ronda de Copa de 1984.

Una rivalidad con historia

Esta rivalidad, sin embargo, se alarga a 1930, mucho antes del fichaje de Mijatovic, y tiene su inicio en otra eliminatoria copera en la que el capitán del Valencia, Pasarín, ordenó a sus jugadores salir del campo después de que, con un 0-2 para el Valencia en Chamartín, se le anulasen dos goles legales que habrían volteado la eliminatoria a favor del Valencia.

Cuatro años más tarde, el Madrid se llevaría la primera final copera de la historia del Valencia, que se disputaría en Montjuic y que ganó el Madrid por un tanto a dos, en un encuentro en el que el club valencianista jugó con una Senyera en el cuello de la camiseta, un hecho inédito hasta la fecha y que se repitió en la final de Copa del 1979, en la que el Valencia, que portaba una gran Senyera en su equipación, ganó 2-0 con tantos de Kempes.

No obstante, esta rivalidad ha servido para tejer acuerdos en otras ocasiones. En la década de los cincuenta, el club impulsó una reforma de Mestalla para ampliarlo a los 70.000 aficionados después de una década de éxitos para el equipo de la ciudad del Turia.

Sin embargo, el alto coste de esta reforma lastró el rendimiento deportivo del Valencia de aquellos tiempos, que tuvo que desviar gran parte de la inversión en plantilla al estadio, lo que rompió con la senda de títulos que había encadenado en los cuarenta y obligó a ir retrasando la reforma y redefinirla.

El «patiment» del Valencia C.F.

Ante la falta de efectivo, el Valencia se vio obligado a acometer dos medidas: sacar abonos a 15 años que proporcionaran liquidez al club y pedir dinero prestado a los bancos. Pero esa segunda medida también salió mal, pues los bancos no querían arriesgarse a dejar dinero al club.

Fue el entonces presidente del Real Madrid, Santiago Bernabéu, quien medió, llegando incluso a amenazar con sacar las cuentas del Madrid de su propio banco si no se le concedía el crédito al club valencianista.

Curiosamente, Mestalla y Bernabéu también guardan una estadística que tan solo se ha dado una vez en el fútbol español. Ambos estadios han acogido el único encuentro de la historia de La Liga que se empezó en un campo y terminó en otro.
La historia empezó el 15 de mayo de 1977. En un Valencia-Real Zaragoza de la última jornada de Liga, el árbitro señaló un penalti en contra de los locales a falta de seis minutos. Llovieron almohadillas, hubo un intento de agresión al árbitro y después de permanecer durante más de seis minutos el juego parado, el árbitro abandonó el campo huyendo, momento en el que un espectador le agredió propinándole un puñetazo en la cara.

Un encuentro suspendido

Unos minutos más tarde, se anunció por los altavoces del campo que el árbitro había decidido suspender el encuentro. Ante esta tesitura, esos seis minutos restantes se jugaron en el Santiago Bernabéu tres días después, el 18 de mayo, en un encuentro que acabó 1-1 tras marcar el Zaragoza de penalti.

Pero aún hay más. El Real Madrid es el único equipo, más allá del Valencia, que ha disputado algún partido europeo como local en Mestalla, y lo ha hecho, además, en dos ocasiones, una primera en septiembre del 1976, en la primera ronda de la competición, y una segunda en los octavos de final de la 1987-88, ante un vigente campeón de la Copa de Europa como el Oporto.

Un Real Madrid-Stal Mielec de Copa de Europa de 1976-77

El primer encuentro fue un Real Madrid-Stal Mielec de Copa de Europa de 1976-77 por el cierre del Bernabéu, un hecho que se repitió en octubre de 1987, cuando Mestalla fue sede de aquel Real Madrid-Oporto, un partido en el que el conjunto portugués marcó primero por mediación de Madjer pero que remontó el Madrid después, con tantos de Hugo Sánchez y Sanchis.

Han sido muchos los Valencia-Madrid vividos en Mestalla, desde el 6-0 de Copa del Rey de 1999 hasta el 0-5 del Madrid de Mourinho de 2013, pasando por el famoso marcaje de Albelda a Zidane en su primer partido en España en el primer partido de Rafa Benítez en Mestalla o el 4-1 en pandemia con tres penaltis a favor del Valencia.

Cien encuentros, en definitiva, que han terminado con 44 victorias locales, 25 empates y 31 victorias madridistas, pero en los que han ocurrido muchas más sensaciones de lo que ofrecen unos fríos datos.
Carlos Rosique

 

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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