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‘Ivi, el goleador de Muñiz ‘, por Dani Hermosilla

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DANI HERMOSILLA

Ivi era la apuesta de Muñiz para Riazor. Y al técnico le salió bien, sólo que a medias (marcó tras volver a la banda). El ex del Sevilla, con sus dos goles, permitió, de un plumazo, sacar de un lío importante al entrenador, evitar que el equipo entrara en zona de descenso y reivindicar su olfato goleador, por lo que se le fichó. El empate, buen resultado. Pero he de decir que no me gusta la complacencia de Muñiz al final del partido, y todavía me gusta menos todos aquellos que, incapaces de controlar los fracasos colectivos de un equipo que recibía dos goles con dos golpes secos y sin aviso, clamaban por la destitución del asturiano cuando la debacle (en el resultado que no en el juego) era evidente al descanso. Y además, seguían después, tras el empate.

El Levante ha mostrado en 90 minutos sus virtudes y sus defectos. En versión de tiempo reducida ha logrado plasmar lo que se ha visto toda la temporada: que le cuesta crear ocasiones y, por extensión, marcar goles; que fuera de casa es un equipo solvente; que, a pesar de algunos análisis en mi opinión simplistas, no es un equipo que se inhiba. Por decirlo en plata: luchan hasta que no pueden mas. Correr mejor es lo aconsejable, correr más (‘como pollo sin cabeza’, que decía Johan Cruyff), un despilfarro. El Levante no sale de pobre con el empate de Riazor, pero si respira y evita lo que hace semanas es una amenaza: caer en la zona de descenso. Y todo lo que eso significa en este club. Recupera un punto y otro por la diferencia de goles. Curiosamente, el mismo resultado que en la ida y, también, el mismo desarrollo. En los dos encuentros, el Levante ha sido mejor que el cuadro gallego y en los dos se lleva un punto. Aunque poco, del mal, el menos. Ah y una reflexión. El mismo resultado que en Eibar pero marcador a la inversa. Lo digo por aquello de las sensaciones.

Pero hoy diré más, respecto a lo que he leído y escuchado toda la semana: si hay alguien (de los de dentro) que no cree en el entrenador, que tomen la decisión ahora, no alarguen la era Muñiz  porque sí, no hagan como con Lucas Alcaraz a quien una victoria contra el Villarreal solo hizo que alargar la agonía y retrasar la decisión que, al final, ya sabemos como acabó. Yo voy a contracorriente y me mojo. Para mi, Muñiz es el mejor colocado para enderezar esto. Si creen que es así, salgan y díganlo, que los jugadores lo escuchen. Cambiar ahora seria tan peligroso como injusto. Al final de año, bajo análisis, tomemos decisión. Incluso, si hay descenso, que esperemos que no.

La entrada de Ivi en la punta no es un mensaje a nadie, sino una buena decisión. Yo lo venía reclamando hace tiempo. «Puedo jugar en cualquiera de las tres posiciones de ataque», dijo el día de su presentación. Hasta la fecha. Y si bien los goles llegaron cuando cayó a la banda, también es verdad que, hasta el 1-0, fue un incordio para los centrales, pero a Muñiz le duro once minutos el planteamiento de inicio. A remar. Y ese es el gran problema de este equipo. Le falta fútbol para crear y generar, y cuando se pone por delante en el marcador (excepto en Eibar) suele ganar.

Doukouré Lerma, era otra vez la apuesta. Contención y músculo para el centro del campo. A priori, sonaba bien. Con  José Campaña en la sala de mandos. Ya digo, poco le duró la pizarra; el gol de Adrián, de cabeza, tras la falta botada por Lucas Pérez, el corto bagaje de un equipo que demostró pegada a balón parado. En Orriols  marcó  Sidney; en RiazorAdrián. Lo dicho, otra vez contra corriente. El Levante  se repuso bien del gol, pero seguía sin generar peligro. Un lanzamiento de  Jose Campaña  desde la frontal, colocado pero si fuerza, su único intento. Sensación de peligro, sí. Pero sólo eso. Ni pasillos interiores, ni combinaciones por fuera. Todo se quedaba en el último pase, el verdadero talón de aquiles de este equipo. La expulsión ingenua del tico Celso Borges por doble amarilla, allanó el camino, junto a la lesión de Sidney. El gol de Floren Andone tras una contra, en el último minuto de la primera mitad, ponía fin a un primer periodo de novela trágica. Sin ser mejor que tú y en dos tiros a puerta, te ibas casi KO al vestuario.

Muñiz ambicioso

Si hubo algo que caracterizó a Muñiz la pasada temporada fue su capacidad para cambiar los partidos desde el banquillo y, a veces, sin esperar al descanso. Emmanuel Boateng Roger Martí salieron de inicio tras el descanso. De perdidos, al río, que diría a aquel. Sin ser un aluvión, se empezó a generar peligro. Coke Doukouré, los sacrificados. El francés tenía una tarjeta y no estaba siendo la mejor de sus actuaciones. Morales (de lateral) por la derecha y Luna  por la izquierda, hicieron tándem con Jason Ivi, respectivamente. Al final, la clave. Dos parejas en cada banda y dos hombres para rematar. Con Campaña  en la sala de máquinas, primero con Lerma pero, al poco de empezar, con Bardhi que había sustituido al cafetero. Vamos, de manual.

Pero el gol, una vez más no llegaba, y el tiempo se agotaba. Todo hasta el minuto 80, justo cuando el Levante empezaba a dar muestras de rendición. Un balón suelto lo recoge Ivi  dentro del área, escorado a la izquierda. Desesperado de ver que no se producían remates, lo intenta. Le pega duro, busca puerta, la toca el suizo  Schär  y desvía el balón que  Rubén no puede sacar. Fue un rayo de esperanza. La cabeza volvía a poner al  Levante en modo vamos a por ellos. La lástima es que le faltó tiempo. Poco después, nuevamente Ivi  enganchaba un potente chut desde la frontal que se coló por la escuadra izquierda de la puerta de Rubén.  Una folha seca que fue cogiendo velocidad y que fue de arriba a abajo hasta alojarse en la portería. Sin chutar, no se marca, y sin goles no hay paraíso en el fútbol. Una vez más, el ex del Sevilla salió al rescate con goles, y ya igual con Morals Bardhi al frente de la tabla de goleadores levantinistas.

Lo volvió a intentar Ivi por tercera vez, pero el balón se le fue muy desviado. Fue tal la convicción del equipo que, cuando el árbitro señaló el final del partido después de que la pelota acabara en córner, todo el grupo se fue a rodearlo. Querían más y sabían que la victoria estaba cerca. La remontada se quedó en empate y la zozobra del descenso, se queda, una semana más, a dos puntos.

El enfermo sigue sin mejorar, pero al menos, no empeora. Es más, la medicación (el empate tras perder 0-2), puede que haga efecto definitivamente. Llega el Real Madrid Orriols, y será como jugar fuera de casa. La presión, para ellos. El fútbol es tan caprichoso que, después de no ganar en casa desde septiembre, tu primera victoria en casa pudiera llegar contra el equipo que viene de ganar dos Champions seguidas. Y por qué no. En todo caso, lo mejor del empate en A Coruña es que el equipo se vacune contra esa sensación que tiene de que no le puede ganar a nadie, entre otras cosas, porque no es cierto. Hay más que lo que se saca en cada partido. Y menos de lo que pensamos en el inicio de liga.

DEPORTIVO

Rubén Martínez; Juanfran, Schär, Sidnei (Eneko Bóveda, 24′), Luisinho; Borges, Guilherme; Lucas Pérez (Fede Valverde, 41′), Carles Gil (Navarro,75′), Adrián López; y Florin Andone. 

Oier; Coke (Boateng, 46′), Chema, Erick Cabaco, Antonio Luna; Jason, Doukouré (Roger Martí, 46′), Jefferson Lerma (Bardhi, 50′), Morales; Campaña e Ivi.

GOLES:

1-0, Adrián López, 19′

2-0, Andone, 45′.

2-1, Ivi, 80′.

2-2, Ivi,84

ÁRBITRO

González Fuertes, del colegio asturiano.

Expulsó a Borges (min.34), del Deportivo.

Tarjetas amarilla

DEPORTIVO: Luisinho, Guilherme, Andone, Rubén y Schär (min.88)

LEVANTE: Lerma, Doukouré, Chema, Campaña y Roger Martí. Jose Campaña no podrá jugar el próximo partido ante el Real Madrid por acumulación de amonestaciones. 

RIAZOR: 20.151 espectadores

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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