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El Valencia de Peter Lim, condenado a jugar con fuego

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EFE/ Biel Alino
València, 5 jun (OFFICIAL PRESS- EFE).- El Valencia de Peter Lim ha vuelto a jugar con fuego, tal y como explicó el domingo tras amarrar la salvación su cariacontecido capitán José Luis Gayà, pero esta vez el ‘incendio’ se descontroló hasta tenerle a las puertas de Segunda a pocos minutos de que acabara la Liga y aunque finalmente logró controlarlo nada hace pensar que la que ha sido su peor temporada en las últimas cuatro décadas no vaya a ser mejor que la próxima.

El Valencia de Peter Lim

En realidad, desde que Peter Lim se hizo con el control del Valencia en la primavera de 2014, han sido ya varias las veces que el equipo ha visto de cerca el precipicio de Segunda, aunque nunca se quedó tan al borde como en esta. Un descenso que no fuera seguido de un ascenso inmediato en el siguiente ejercicio pondría en riesgo la viabilidad económica de una entidad que sigue asfixiada por la deuda.

El club se acercó ya a esa zona peligrosa por la falta de proyecto deportivo en los primeros años del nuevo máximo deportivo. Después se alejó del acantilado hasta volver ganar la Copa y volver a la Liga de Campeones en la etapa de Mateu Alemany en los despachos y Marcelino García en el banquillo, pero tras la marcha de ambos la caída se ha acelerado.

A la nueva falta de rumbo deportivo claro se ha unido una galopante crisis económica con una más que cuestionable gestión que ha supuesto ventas y salidas que han esquilmado la plantilla hasta dejarla en los huesos.

La historia del Valencia tiene un precedente claro en ese sentido. El famoso cabezazo de Miguel Tendillo que le dio el triunfo por 1-0 ante el Real Madrid en la última jornada de la campaña 1982-83 y que le evitó bajar a Segunda, fue en realidad un aviso no asumido del descenso que protagonizó en Ia campaña 1985-86. Tanto Gayà como Baraja insistieron este domingo en la necesidad de “aprender” de lo que ha pasado esta campaña.

Los fichajes de Peter Lim

La llegada de Gennaro Gattuso a su banquillo, el cambio de estilo de juego que supuso o la llegada de fichajes como Edinson Cavani, aumentó varios puntos la habitual ilusión de la fiel afición valencianista de inicio de la temporada. De hecho, el equipo estaba a cuatro puntos de Europa cuando paró la Liga por el Mundial de Qatar.

Pero a la vuelta, la espiral de malos resultados se vio alimentada por el ya clásico divorcio entre el técnico y el club por la falta de refuerzos (algo que ya protagonizaron antes Javi Gracia o José Bordalás en las últimas temporadas) y esta vez Voro González, el ‘bombero’ habitual, no logró controlar el fuego como había sucedido en otras ocasiones. La pérdida de ese comodín con la enorme ascendencia que tiene el también exjugador es parte de la factura de este ejercicio.

Para salvar los muebles a última hora ha hecho falta exprimir una triple combinación. Para empezar el club tuvo que recurrir para su banquillo a una leyenda como jugador como Rubén Baraja, para asegurarse un influjo que separara al equipo de su propietario.

Los canteranos del Valencia

Además, hubo que mantener la habitual fuerza de Mestalla pero además ha habido que exportarla a los últimos desplazamientos de un equipo tan débil que se caía cuando salía de su refugio.
Pero tanto se ha complicado la cosa que ha tenido que ser la aparición de tres canteranos (Javi Guerra, Alberto Marí y Diego López) la que ha inclinado la balanza del lado de la salvación casi sobre la bocina.

Cerrado con alivio pero “sin nada que celebrar” el curso, como también subrayó Gayà, llega el momento de pensar en el siguiente.

En principio, nada indica que vaya a haber un cambio en la propiedad, por lo que parece que el proyecto se preparará con las enormes limitaciones que ha demostrado tener este sistema de gestión en el que las decisiones clave pasan por un Peter Lim atrincherado en Singapur, cuyo criterio y planes se desconocen.

Además, aunque las ventas de jugadores como Carlos Soler o Gonçalo Guedes al final el pasado verano han reducido teóricamente la necesidad de ingresos por ventas, en las últimas semanas varias informaciones han reflejado que varios de los jugadores más potentes que quedan están en el mercado y parece poco probable poder retener con estos proyectos a las pocas piezas salvables de la plantilla si quisieran salir.

Con este panorama, el Valencia ha salvado la categoría el riesgo de descenso sigue latente en el entorno valencianista.

Nacho Herrero

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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