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David Villa: «Un club como el Valencia no puede pelear por el descenso»

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David Villa vistió durante su trayectoria profesional las camisetas del Valencia, Barcelona y Atlético de Madrid. EFE/ David Ramiro
Madrid, 7 jun (OFFICIAL PRESS- EFE).- David Villa vistió durante su trayectoria profesional las camisetas del Real Zaragoza, Valencia, Barcelona y Atlético de Madrid, entre otros equipos, reconoció que, de todos los clubes en los que ha militado, es el valencianista, junto al Sporting de Gijón, el más sentimental para él, que también marcó una época en la selección española.

En el combinado nacional debutó con Luis Aragonés, el entrenador que «más influyó» en su carrera, porque «siempre iba más allá y cambió la mentalidad de un equipo» que hasta entonces «no creía» en sus posibilidades.

David Villa y su Valencia

Villa (Tuilla, Asturias; 1981) llegó como juvenil al Real Sporting de Gijón procedente del Langreo y, tras un fugaz paso por el filial, ascendió al primer equipo y marcó cuarenta goles en dos temporadas en Segunda. Zaragoza, Valencia, Barcelona y Atlético de Madrid fueron sus siguientes destinos, antes de vivir tres experiencias en el extranjero en Australia, Estados Unidos y Japón.

El exfutbolista asturiano repasa algunos de los mejores momentos de su carrera en ‘OR7GEN’, una nueva serie documental de cuatro capítulos de DAZN que supone un viaje único por algunas de las canteras en las que se forja el mejor talento futbolístico español y que conoce de primera mano.

P: El Atlético de Madrid fue su último equipo. Solo jugó una temporada pero ganó la Liga. ¿Qué significa el equipo rojiblanco?

R: Vivo en Madrid, ahora tengo más contacto con los aficionados del Atlético que de otro club y guardo buenos recuerdos. Fue un año muy intenso, con mucho éxito y mucho cariño.

P: En el Atlético tuvo a Diego Simeone de entrenador. ¿Qué recuerdo tiene?

R: Muy bueno. Es un gran entrenador, una gran persona y nos ayudó mucho en esa temporada para tener una mentalidad ganadora. Lo suelo ver muchas veces por Madrid. Ha sido uno de los mejores entrenadores que he tenido.

P: De Luis Aragonés dice que es el que más le ha influido

R: Sí, sobre todo a nivel mental, fuera del campo. Al final pensamos muchas veces que el entrenador solo nos puede dar herramientas para usar cuando pita el árbitro, en los noventa minutos, y Luis iba mucho más allá. Te daba herramientas de vida, de meterte una mentalidad ganadora y es el que más me ha influido fuera del campo.

P: ¿Fue Luis Aragonés el entrenador que hizo que hubiera un antes y un después en la selección?

R: Sin ninguna duda. Se le tiene que recordar, ya no solo como el mejor entrenador, porque para gustos los colores, pero sí como el que cambió la mentalidad del fútbol de la selección. En clubes habíamos sido dominadores pero en selecciones no.

Hubo un momento en que nadie creía, ni nosotros. Le llamaban el viejo loco porque en su mensaje hablaba de ganar y realmente creía que íbamos a ganar, cuando nosotros mismos no creíamos que sus palabras fueran verdad. Nos hizo ver que los locos éramos todos los demás porque nos llevó al triunfo.

P: ¿Era Luis Aragonés muy distinto a Vicente Del Bosque?

R: Eran distintos en personalidad pero en cuanto al orden de la selección o rigor táctico no lo eran tanto. Los dos han sido los mejores entrenadores de este país pero lo mejor que se hizo en ese caso fue que no se hiciera un cambio de timón muy grande, muy agresivo. Se hizo muy bien y por eso conseguimos seguir ganando.

P: En su época de futbolista en la selección se hablaba de Fernando Torres o Villa. Parecía que había que elegir a uno de los dos. ¿Ha sido el delantero con el que mejor se entendió en el campo?

R: Sí, eso es algo que vio Luis Aragonés. Decía que él tenía unas condiciones, yo tenía otras, y las íbamos a potenciar jugando juntos, que ya se buscaría él la vida para que saliera bien. Decía que juntos éramos mejores. La conexión era fantástica y nos llevamos muy bien. Ahora nos vemos en el día a día porque tenemos a los niños en el mismo colegio y vivimos en la misma urbanización. Lo considero un compañero de vestuario, un compañero de fatigas y un amigo.

P: ¿Se puede ser amigo de un compañero que igual te quita el puesto?

R: Por supuesto. Siempre que la competencia es sana en beneficio del equipo es muy positivo. Nosotros teníamos una competencia sana de la que se beneficiaba la selección.

P: De esa selección se sabía la gente de memoria el nombre de quince o dieciséis jugadores. Ahora no parece que sea así. ¿Se ha desenganchado la gente de la selección?

R: La gente viene de ganar y eso nos desvirtúa porque ganar es muy complicado en cualquier ámbito. Solo puede ganar uno de todos los que lo intentan y no es fácil. Creemos que podemos tener talento y opciones de ganar en un futuro, así que vamos a apoyarles, pero obviamente cuando ganas hay mucha más afición a todo.

COLECCIÓN DE TÍTULOS EN BARCELONA

P: En el Barcelona estuvo tres temporadas y ganó muchos títulos. ¿Qué significa como club en su vida?

R: Del Barcelona tengo muchos buenos momentos y le tengo mucho cariño. Ocho títulos en tres temporadas es una barbaridad. En aquel momento no éramos conscientes de ello pero lo analizas con datos y es tremendo. Viví momentos fantásticos pero también el momento más duro de mi carrera, la lesión larga de tibia. Incluso esos meses recuerdo que me ayudaron para el futuro en cosas importantes. Tengo un recuerdo muy bueno de esos años.

P: Como espectador, ¿cómo ve este Barcelona de Xavi Hernández?

R: Xavi es un amigo más que un compañero. Me alegro muchísimo porque sé lo que siente, lo culé que es, y que la gente vea que el Barcelona está volviendo a ser lo que era es bonito. Han hecho una gran Liga, en las otras competiciones, sobre todo en la Liga de Campeones y la Liga Europa pasaron momentos duros, pero hay que ser consciente el tiempo que era. Si hubiera tenido toda la plantilla en esos enfrentamientos hablaríamos de otra cosa. En la Liga, que es un torneo más regular, dónde las bajas dependen de menos, ha estado bien. Lo que se viene es positivo desde mi perspectiva.

P: Esta temporada se fue Gerard Piqué y ahora Jordi Alba y Sergio Busquets. ¿Es el fin de una generación irrepetible?

R: Los jugadores van y vienen. Cuando llegó Busquets se fue Yaya Touré y parecía el fin. No hay ningún problema. Lo que prevalece es el club. Obviamente permanece el cariño de los jugadores que han estado mucho tiempo y la nostalgia pero vendrá uno nuevo, no igual que Busquets, pero lo hará bien.

P: ¿Jugar con Leo Messi fue jugar con el mejor jugador del mundo?

R: Sí. Incluso no jugar con él. Yo siempre lo he dicho. Es el mejor jugador que he visto. Va a ser complicado ver otro igual y tenerlo de compañero todos los días lo único que me hizo es refrendar esa idea y disfrutarlo. Es una pasada jugar con él. Dentro del campo no es solo el mejor para sí mismo sino con los demás. Solo hay que ver sus estadísticas de asistencia.

SENTIMIENTO POR EL VALENCIA

P: En el Valencia jugó cinco temporadas, el club profesional en el que más tiempo estuvo

R: El Valencia es el club más sentimental, es dónde más tiempo he pasado y dónde han nacido mis dos hijas. Nuestra oficina (DV7 Group) está allí y voy mucho. Es junto con el Sporting de Gijón el más sentimental porque incluyo lo personal y lo familiar.

P: Y por ese sentimiento, ¿cómo ha vivido el sufrimiento de esta temporada?

R: Obviamente con tristeza. Un club como el Valencia no puede pelear por el descenso aunque yo lo viví también. En 2008 estuvimos muy cerca de irnos a Segunda, igual que este año. Como aficionado espero que se aprendan de los errores de esta temporada y no se vuelvan a repetir para no hacer sufrir a los aficionados.

P: Su carrera la terminó en Australia y Estados Unidos. ¿Cómo fueron esos años?

R: Estoy muy contento de esos años y es algo que recomendaría. No sería la persona que soy ni el futbolista que fui si esos cinco años que estuve fuera hubiera jugado en España. Hubiera tenido una carrera aquí pero no hubiera visto otras Ligas, otras culturas, otras formas de ver el fútbol. Ha sido enriquecedor.

David Ramiro

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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