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Salud y Bienestar

¿Sabes por qué no hay que chupar las cabezas de las gambas?

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chupar cabezas de gambas

Para muchos chupar las cabezas de las gambas es un auténtico manjar, pero cierto es que poco se sabe de sí es recomendable o más bien todo lo contrario.

Chupar las cabezas de las gambas

La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) ha recomendado no abusar del consumo de las cabezas de crustáceos esta Navidad.

El motivo es la acumulación de cadmio, un metal pesado perjudicial para la salud, que se encuentra en la cabeza de las cigalas, gambas, langostinos y crustáceos tipo cangrejo.

Según Aecosan es conveniente «limitar en la medida de lo posible» el consumo de la carne localizada en la cabeza de estos crustáceos para evitar la acumulación de cadmio en nuestro organismo.

Cadmio: el peligro

Cada vez que alguien se chupa una cabeza de una gamba estamos introduciendo a nuestro organismo pequeñas cantidades de cadmio, un metal pesado tóxico para nuestro organismo y con potencial cancerígeno, de muy lenta eliminación.

El cadmio tiende a acumularse principalmente en el hígado y el riñón y tarda en eliminarse entre 10-30 años.

Cáncer

Desde Aecosan señalan que «en algunos países europeos, entre los que se encuentra España, se consume, además de la parte “blanca”, otras partes de los crustáceos como puede ser la cabeza de las gambas, langostinos, cigalas, etc. y el cuerpo de los crustáceos de tipo cangrejo, cuyos niveles de cadmio son altos, debido a que el cadmio se acumula principalmente en el hepatopáncreas, que forma parte del aparato digestivo de los crustáceos y se localiza en la cabeza» de ahí el consejo de no chupar las cabezas de los mariscos y evitando acumular de esta manera «altos niveles de cadmio en el organismo pueden causar disfunción renal, desmineralización de los huesos y, a largo plazo, cáncer».

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Salud y Bienestar

¿Conoces la importancia de la psicología del color?

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La psicología del color

DOWE

La importancia del uso de recursos visuales y la psicología del color, es un aspecto cada vez más imprescindible a la hora de querer hacer llegar un mensaje.
Esto es debido a que la visión, es el principal sentido con el que los seres humanos cuentan a la hora de conocer su entorno. Los colores provocan una serie de respuestas y reacciones en nuestro cerebro y sistema nervioso, ya que una vez que asimilamos el color, nuestro sistema nervioso automáticamente produce una respuesta emocional, la cual vinculamos a recuerdos, personas, lugares, entre otras.

Sin embargo, con el paso de los años y el crecimiento de la sociedad en todos los ámbitos de la vida, se ha llegado a la conclusión de que para que una fotografía consiga transmitir un mensaje o una emoción, es necesario tener en cuenta la tonalidad de la imagen y por tanto, su composición.

Por un lado, por tonalidad entendemos a la gama de colores que pueden usarse para transmitir una sensación u otra. Es decir, cuando una fotografía contiene una tonalidad de colores cálidos podemos transmitir un sentimiento mucha más cercano y acogedor, que una imagen que contenga tonos fríos ya que nos dará una sensación de frialdad y paz.

Por otro lado, la composición tiene que ver con la forma en la que están distribuidos los elementos en una imagen. Por ejemplo, una fotografía de una persona que se encuentre sola en medio de un paisaje, no transmitirá lo mismo que una persona que se encuentre en un paisaje rodeada de multitud de personas. La primera transmitirá una sensación de soledad, mientras que la segunda contagiará una sensación de agobio.

Aunque irremediablemente, la forma de percibir y de interpretar una fotografía tiene mucho que ver con la cultura de la sociedad en sí, ya que a unos les transmitirá una cosa y a otros otra.

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