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Nadal lidera el triunfo de España en la Copa Davis que suma su sexta ‘Ensaladera de plata’

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Valencia ya es sede de la Copa Davis

Madrid, 25 nov. – La Caja Mágica de Madrid se vistió de fiesta y disfrutó a un campeón de punta a punta. España tuvo un paso arrollador en las Finales de la Copa Davis por Rakuten y el equipo liderado por Rafael Nadal levantó la Ensaladera de Plata por sexta vez en su historia. Para llegar al ansiado trofeo, el elenco de Sergi Bruguera dejó en el camino a Rusia, Croacia, Argentina, Gran Bretaña y Canadá (2-0) en la final.

Contra los norteamericanos, los héroes del domingo madrileño fueron Roberto Bautista Agut y el número 1 del ranking mundial. El primero venció por 76(3) y 63 a Félix Auger-Aliassime y más tarde, el oriundo de Manacor selló la final ante Denis Shapovalov por 63 y 76(7). Tras eso, el público explotó de algarabía. Válido, en una semana en la que el conjunto español supo remontar y apeló a la épica. «Nos ha pasado de todo. Además de lo de Roberto, Pablo se lesionó contra Argentina y Marcel tenía problemas en la espalda”, remarcó Nadal.

El líder del ranking salió a cancha mentalizado: en sus manos estaba un nuevo pase a la gloria. El Matador estuvo muy certero con el servicio (nunca lo perdió) y apenas concedió oportunidades a un duro rival. A Shapovalov, eléctrico y atrevido, no le alcanzó con la profundidad y el desparpajo en cada uno de sus golpes. Resistió hasta donde pudo e inclusive en el segundo set tuvo opciones de estirar el partido.

Pero la gloria difícilmente le sea esquiva a Nadal, que arrastra un don especial. Cuando la última derecha de Shapovalov se estrelló en la red, el español se dejó caer en la pista, con sus brazos abiertos. Sus compañeros se fueron todos encima, mientras el estadio entró en erupción. “Estoy increíblemente feliz de terminar el año así”, sintetizó Nadal.

Así, Rafa sube y sube escalones para situarse todavía más arriba en el lote de las leyendas de este deporte. Para el balear ya son 29 victorias consecutivas en la Copa Davis. Tan solo perdió en su estreno, en 2004, contra el checo Jiri Novak. Parece un guión de película.

En la final, el camino de los campeones lo inició Roberto Bautista, que venció a Felix Auger-Aliassime (21º) y le dio el primer punto a su país. El español, de 31 años, llegaba a este encuentro con un registro de siete victorias en singles y ocho eliminatorias disputadas. Y salió airoso ante la potencia y el desparpajo de un juvenil de 19 años con un presente sólido y un futuro al que todavía no se le conoce un techo.

Valiente y cargado de entereza, Bautista Agut saltó a la pista en una semana muy especial para él: hace apenas un puñado de días falleció Ximo, su padre. “Después de unos días tan complicados hay que dar un paso adelante y superar las adversidades”, dijo el castellonense ante un estadio que coreaba su nombre. “¡Roberto, Roberto!”, vitorearon.

La solidez y el aplomo del español se impusieron a lo largo de todo el compromiso ante la juventud y pujanza de Auger-Aliassime. El español fue desarticulando a su rival, a quien le pesó demasiado la caída en el tie break inicial.

En el segundo set, Bautista administró el juego con solvencia. El quiebre para el 3-0 resultó la llave hacia una victoria que la Caja Mágica celebró con euforia. Las emociones, desde ya, desbordaron tanto al número 9 del mundo como al resto del equipo español. Era lo mínimo que merecía un batallador de la vida como Bautista Agut. Un homenaje en el medio de tantas sensaciones mezcladas. «Yo he ganado los ocho partidos, pero aquí la persona que ha sido vital es Roberto. Lo que ha hecho es inhumano. Es un ejemplo para el resto de mi vida”, señaló Nadal.

Canadá, en frío, valorará mucho su tarea a lo largo de toda la Copa Davis. El canadiense Auger-Aliassime jugó por primera vez en el torneo, ya que había permanecido toda la semana en la grada animando a su equipo y recuperándose de unas molestias en el tobillo izquierdo. Esta vez no le alcanzó el esfuerzo. Pero su país arribó por primera vez a una definición en el torneo y tienen todos los elementos para crecer.

Tanto Auger-Aliassime como Shapovalov no pudieron repetir en la Caja Mágica el festejo que habían tenido en 2015, cuando se consagraron en la Junior Davis Cup. Curiosamente, ese torneo sí lo celebraron tanto Nadal como Bautista Agut en su etapa de juveniles: Rafa, en 2002, Roberto, en 2004.

España se unió en un grito. Al trofeo de 2019 se le añaden los de 2000, 2004, 2008, 2009 y 2011. En el palmarés general, donde también están presentes los títulos que se disputaron con los anteriores formatos, sigue dominando Estados Unidos con 32 conquistas, seguido de Australia, con 28. Hoy, el festejo tuvo su epicentro en Madrid y se extendió a todo un país.

Fuente: Copa Davis

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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