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Cate Blanchett, estrella y no diva, en los Goya de Valencia

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La actriz Cate Blanchett, Ganadora de dos Óscar y considerada una de las grandes actrices de la actualidad, la australiana Cate Blanchett , posa para los fotógrafos momentos antes de ofrecer una rueda de prensa en València horas antes de recibir el primer Goya Internacional en la gala de la 36 edición de los premios del cine español. EFE/Kai Försterling

alència, 12 feb (EFE).- Cate Blanchett ha llegado este sábado al Palau de les Arts de València con halo de estrella pero sin gota de divismo y ha hablado de su trayectoria y de su amor por el cine hispano en una rueda de prensa rodeada de expectativa.

Horas antes de recibir esta noche el Goya Internacional en la 36 edición de estos premios, la actriz australiana ha aparecido, a la hora prevista, en una sala del Palau decorada con un enorme mural de toros, donde ha respondido con elegancia y educación a todas las preguntas que se le han planteado.

Aunque no ha tenido ningún problema en ser escueta y hasta cortante al ser preguntada por su experiencia a las ordenes de Woody Allen o por la imagen que ha dado de fría y calculadora en algunos de sus filmes.

«Espero que la gente sepa que soy una actriz y que no soy así», ha afirmado sin desdibujar su sonrisa.

Había entrado en la sala saludando en español, vestida con un espectacular traje de chaqueta y pantalón rosa y unas cómodas deportivas. Posó con calma y disciplina ante los múltiples fotógrafos y cámaras y se sentó dispuesta a ser interrogada.

En solo 30 minutos tuvo tiempo para alabar no solo a Pedro Almodóvar (con quien va a trabajar en su próximo proyecto), también a Guillermo del Toro (ha participado en «El callejón de las almas perdidas») y a Alfonso Cuarón, con el que está en pleno rodaje.

Son algunos de los grandes directores con los que ha trabajado, además de Todd Haynes, de quien ha elogiado su forma de meterla en personajes tan dispares como Bob Dylan o Carol.

Calmada y con un control perfecto en sus respuestas, ha aprovechado en un par de ocasiones las preguntas de los periodistas para asegurar divertida que el Goya es el mejor premio de su carrera y destacar que la Academia de Cine español haya pensado en ella para recibir el primer Goya internacional.

El único momento tenso ha sido cuando le preguntaron por su colaboración con Woody Allen en «Blue Jasmine», que le valió uno de sus dos Óscar. Ha torcido ligeramente el gesto y se ha limitado a constatar que había trabajado con el director neoyorquino.

Apenas unos segundos antes de recuperar la sonrisa y el tono elegante. Ni siquiera ha tenido reparos en reconocer que ya tiene «una edad» que le permite hablar de su trayectoria, aunque también se ha mostrado convencida de que tiene aún mucho que ofrecer en el futuro como actriz.

Por eso cree que «poner el aplauso por delante de la creación es algo muy peligroso», lo que implícitamente es una llamada de atención al exceso de protagonismo que se busca en el mundo de hoy.

«Yo, cuando acabo un trabajo, pregunto cuál es el siguiente, no miro atrás», ha afirmado la protagonista de «El aviador» (su segundo Óscar).

Y desde su Australia natal, ve con curiosidad el hecho de que su cine pueda llegar «a un público y a una cultura» tan diferente a la suya, como es la española.

Una academia, la española, que ha equiparado con las de otros países como instituciones que «son relevantes cuando deciden ser organismos del cambio», algo que relaciona con movimientos sociales como Black Lives Matter o el MeToo.

Reflexiones más profundas que entrelazaba con inteligencia con pequeñas bromas o ironías, como al decir que la Academia de Cine español es «moderna» porque la ha premiado a ella, lo que quiere decir que mira el futuro.

Esta noche, la actriz volverá al Palau de les Arts, esta vez como la gran estrella invitada de la gala, y será la protagonista de la alfombra roja, donde siempre deslumbra por su estilo, aunque tendrá duras competidoras, como Penélope Cruz. Alicia García de Francisco

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Los secretos de la Casa Judía de València

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Foto: Hugo Román
Los secretos de la Casa Judía de València-Fotos: Hugo Román-OFFICIAL PRESS

Entre los años 20 y 30 del siglo pasado el art déco dominaba en todas las artes decorativas a nivel mundial.

Había nacido en París y pronto Hollywood lo popularizó como símbolo de glamour.

Y esos aires y aquella esencia de aquella Belle Époque o los llamados Años Locos quedaron inmortalizados en una de las edificaciones más asombrosas de València.

El art déco bebía de todas las culturas, reutilizando de manera libre los elementos arquitectónicos de otras épocas.

Plasmaban los asombrosos hallazgos de aquellos tiempos.

En Egipto como el  descubrimiento de la tumba de Tutankamón, así como de culturas mesopotámica, africana, azteca, maya, hindú que fueron dotándole de un exotismo y una belleza única.

Los secretos de la Casa Judía de València

Caminando por la calle Castellón, en el número 20 nos encontramos con toda una joya que aguarda la mirada de los curiosos que se detienen para admirar un amalgama de formas y colores único.

Entre Germanías y la Estación del Norte está la conocida como Casa Judía de València, que fue construida hacia 1930 por el arquitecto valenciano Juan Francisco Guardiola Martínez.

Nacido en Sueca en 1895 en el seno de una familia de clase media, se trasladó a Barcelona en 1917 para estudiar arquitectura.

Allí fue premiado en  1922  por el proyecto de la estación de metro de la Plaza de Cataluña.

Según cuentan, los diversos viajes que realizó el arquitecto por Asia pudo influir en él a la hora de diseñar el estilo del edificio levantado en el ensanche de la capital valenciana a petición de Yosef Shalóm.

Su apellido nos da la pista del sobrenombre de Casa Judía.

Casa Judía.- Años treinta.- Archivo Ana María Ferrín.

La fachada de la Casa Judía

Un detalle de sus orígenes nos recibe en el dintel de la puerta principal, en el frontón curvilíneo.

Ahí se aprecia una estrella de seis puntas rematado por dos volutas y una hoja de acanto en el arco final.

Su fachada dividida en tres cuerpos, basamental, central y superior, nos transporta sin movernos de la calle a escenarios babilónicos y egipcios por su colorido y las formas de sus columnas, capiteles, remates con forma de pagoda y ventanas ojivales.

Si levantamos la vista podemos admirar el impresionante remate del edificio de inspiración oriental, árabe e hindú.

Foto: Hugo Román

Según cuentan ​en el edificio se reunía de manera discreta la reducida comunidad judía de la época que residía en València para realizar sus celebraciones religiosas.

¿Cómo es en la actualidad?

En la actualidad en el edificio de siete alturas viven familias particulares.

Las viviendas tienen unos 100 m2 cada una, y originalmente contarían con tres habitaciones, un baño, una cocina y un comedor.

Tan solo su fachada, su zaguán y la decoración exterior e interior mantienen la esencia de aquellos años en los que el arte iba asociado a la construcción, en el que cada ladrillo tenía una misión estética.

Años en los que los edificios eran monumentos esperando ser habitados.

Muchos comentan que su fachada parece salida del decorado de la película del Mago de Oz o tal vez de la mente de Tim Burton.

La Casa Judía no es un edificio protegido

Inspiradora y evocadora permanece allí pese a la bomba que cayó cerca durante la guerra y a pesar de que en alguna ocasión haya sufrido modificaciones debido a que, incomprensiblemente, no está protegida.

De hecho los remates del edificio de estilo hindú que lo coronaban fueron retirados en el pasado y su plantas baja han alterado su estilo original.

Guardiola falleció en Alzira en 1962.

Su trayectoria como arquitecto fue amplia con proyectos de viviendas residenciales, fábricas, almacenes, iglesias, teatros y cines, una estación y un banco.

Entre las más destacadas están el Ateneu del Socors en Sueca (1927) y la Casa Xina o Casa Ferran Guardiola en Barcelona (1929) que muestran su talento y originalidad.

Pero sin duda, la Casa Judía es su gran obra maestra.

Una obra que contempla el pasar de los años desde su espectacular fachada, una fachada que nos hace viajar a lugares remotos sin salir de la ciudad.

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