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Todos los caminos llevan a Mestalla

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Todos los caminos llevan a Mestalla
Imagen de archivo tomada en València, con fecha4-9-1982.- Maradona y Kempes, los dos jugadores argentinos del Barcelona y del Valencia, respectivamente, posando en el campo del Valencia. EFE
València, 16 may (OFFICIAL PRESS- EFE).- Messi, Maradona, Pelé, Cruyff, Di Stéfano, Beckenbauer, Garrincha o Cristiano Ronaldo… todos los grandes jugadores de la historia del fútbol han jugado sobre el césped de Mestalla, que en muchas ocasiones se ha convertido en el estadio en el que disputaban sus primeros minutos en el fútbol español.

Pocos grandes futbolistas no han pisado en alguna ocasión Mestalla, que, pese a no albergar partidos de competición europea hasta la década de los sesenta, acogió multitud de amistosos con equipos brasileños, argentinos o franceses durante el siglo XX y vio en el Trofeo Naranja su oportunidad para admirar a los mejores jugadores de la historia.

EL TROFEO NARANJA, UNA VENTANA A LOS ASES DEL FÚTBOL SUDAMERICANO

Durante los cincuenta y sesenta, el Valencia recibió a los grandes equipos sudamericanos: el Millonarios de Bogotá, con Di Stéfano a la cabeza, o los brasileños Vasco de Gama, Botafogo, Fluminense y Corinthians son algunos de los clubs que visitaron València, que invitó a buena parte de los equipos brasileños ante el buen nombre provocado por el Mundial de 1958.

Pero fue en 1959 cuando el Valencia cambió de perspectiva. Creó el Trofeo Naranja, un triangular con el que empezó a invitar a los mejores equipos del mundo a un trofeo de verano que se disputaba justo antes de acabar la temporada y que pretendía emular el pedigrí que habían conseguido el trofeo Carranza o el Teresa Herrera.

La primera temporada, el Valencia invitó al Inter de Milán y al todopoderoso Santos FC, que contaba, además de los campeones del mundo Pepe y Zito, con un joven delantero llamado Pelé que le endosó cuatro tantos en el 7-1 del Santos al Inter y que marcó otro gol en el empate a cuatro entre Valencia y Santos.

No contentos con haber traído al que para muchos sería considerado tiempo después como uno de los tres mejores jugadores de la historia, el Valencia invitó dos años después al Botafogo, equipo en el que militaban Garrincha y Didí, bicampeones del mundo en 1958 y 1962 y que sin embargo quedaron terceros en un trofeo que ganó el Valencia.

A través de este Trofeo Naranja, a Mestalla también llegaron grandes jugadores, como el alemán Franz Beckenbauer o Gerd ‘el torpedo’ Müller en 1972, aunque ya habían disputado en el estadio valencianista un partido de la Recopa de Europa en 1968.

También lo hicieron un jovencísimo Roberto Baggio, que disputó un encentro del Trofeo Naranja con apenas 20 años cuando jugaba en la Fiorentina, o Kubala con el Barcelona en el 1961, aunque ya había disputado minutos en Liga en Mestalla.

Por supuesto, también debutó en el Trofeo Naranja un jovencísimo Mario Alberto Kempes, que a pesar de tener una noche aciaga ante el CSKA y fallar incluso un penalti, posteriormente se tornaría en uno de los mejores -si no el mejor- jugadores de la historia del Valencia.

LA PRIMERA VEZ EN UN CAMPO DE FÚTBOL ESPAÑOL

El francés Zinedine Zidane -con un inseparable marcaje de David Albelda- también debutó en el fútbol español en Mestalla, un campo que parece conocerse a la perfección Leo Messi, que ha conseguido hacerle once tantos -nadie le ha hecho más en Mestalla- al Valencia en sus diecisiete encuentros en el campo de la avenida de Suecia.

Ocho fueron los que logró Cristiano Ronaldo, aunque pudieron ser más de haber firmado por el Valencia antes de llegar a Manchester, un fichaje frustrado, como el del francés Michael Platini -que nunca jugó en Mestalla-, o el del mismo Pelé, al que Eduardo Cubells, primer ídolo del Valencia y secretario técnico después, tuvo fichado pero que terminó por no traérselo a València por su juventud, ya que tenía dieciséis años en aquel momento.

KEMPES Y MESTALLA

El que sí que fichó fue Kempes, quien coincidió en su primera etapa en el Valencia con los últimos años de Cruyff, que por supuesto jugó partidos en Mestalla como jugador, y con su compatriota Diego Armando Maradona, quien visitó por primera vez España en un partido entre el Valencia y la selección juvenil argentina.

Aprovechando el tirón de Kempes tras ganar el Mundial de 1978 y también de la incipiente figura de Maradona, en 1981 se acordó un encuentro en el que el argentino más valencianista jugaría contra su propia selección.

Sería Maradona quien daría su mejor versión. Tirando de tópico, asistió a Ramón Díaz en una jugada completamente maradoniana para el único gol de una noche en la que durante unos minutos Maradona vistió la casaca valencianista al intercambiarse la camiseta con el que era su ídolo, Mario Alberto Kempes. Parece que todos los caminos llevan a Mestalla.

Carlos Rosique

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Javi Guerra, 27-04-2023: radiografía de un gol que cambió el rumbo del Valencia

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Javi Guerra
La piña de compañeros, segundos después de haber marcado su celebrado tanto. EFE/ Kai Försterling/ARCHIVO

Nacho Herrero

València, 26 abr (OFFICIAL PRESS- EFE).- A las 21.25 del jueves 27 de abril de 2023, este sábado hace un año, Javi Guerra hizo estallar Mestalla con un gol en el descuento ante el Valladolid que sacó al Valencia del descenso y que en el imaginario colectivo del club ha quedado como punto de inflexión hacia una agónica salvación.

Cuando aquella tarde el autobús de la plantilla llegó a Mestalla sobre las 17.30, dos horas antes del choque de la jornada 31, le recibieron cientos de seguidores en la Avenida de Suecia, muchos de ellos jóvenes dada a hora.

Guerra, que tenía 19 años y cumplió 20 dieciséis días después, tenía sus cosas preparadas en el vestuario entre las de Alberto Marí y Jaume Doménech. No era una taquilla personalizada con su foto porque entonces tenía ficha del filial.

De hecho, llegaba con un escueto bagaje de 68 minutos en Primera que había conseguido en los anteriores once días y que se dividía entre los 18 en la derrota por 0-2 ante el Sevilla, incluidos ocho de descuento, y los 50, con cinco de prolongación y mucho más felices, del domingo anterior en Elche, donde hubo un desplazamiento masivo de aficionados.

Pese al 0-2 del Martínez Valero, el Valencia era decimoctavo, antepenúltimo, con 30 puntos, los mismos que el Almería, que era cuarto por la cola y que el día antes había aumentado la presión sobre los de Rubén Baraja al ganar en Getafe.

Aquella tarde, la angustia se disparó en Mestalla entre las 19.35 y las 20.43. Fueron casi setenta minutos en los que se asomó al abismo del descenso. A los seis de empezar el partido, un error de Mouctar Diakhaby en un control permitió a Cyle Larin adelantar al Valladolid. Cuarenta minutos después, Javi Puado marcó para el Espanyol en Vila-real. El equipo ‘perico’, que tenía 28 puntos, estuvo virtualmente durante media hora, con 31 y dejaba al Valencia penúltimo.

Antes de las 21 horas, la historia empezó a cambiar en los dos escenarios. Entre las 20.44 y las 20.54, Étienne Capoue y Dani Parejo le dieron la vuelta al marcador en La Cerámica. Sobre las 20.52 Mestalla había vivido su primera explosión de júbilo. Diakhaby remató un córner de cabeza sin aparente peligro pero el portero Jordi Masip, en otro error mayúsculo, pensó que iba fuera y dejó pasar el balón a su red.

Guerra lo vio desde el banquillo y saltó como un resorte. Se abrazó a Cenk Özkacar y a Marí, al que tenía a su izquierda en el banquillo tras haber salido a calentar su primer ‘vecino’, Diego López. En el asiento de la derecha tenía a Cristhian Mosquera.

Ese día acudieron a Mestalla 42.217 espectadores y un invitado: Kily González. El argentino había jugao su último partido oficial en Mestalla veinte años antes, cuando Guerra acababa de nacer. En verdad, los 27 de abril ya se veneraban en Mestalla antes del gol de Guerra y en parte era por él.

Aquel día pero en 2002, el Valencia recibió al Espanyol en la jornada 36. El equipo perico se adelantó, Amadeo Carboni fue expulsado y el sueño del título se esfumaba. Rafa Benítez dio entrada al Kily en el 66 y en el 78 el Valencia había enloquecido Mestalla con una remontada con dos asistencias suyas a Baraja. Ocho días después, el club conquistó la Liga tras más de treinta años de sequía.

De nuevo en 2023, pese a que el Espanyol ya perdía en Vila-real y el Valencia había recuperado un punto, el empate era poco consuelo. Se quedaba con 31 puntos, empatado con el Getafe en la frontera del descenso y ni eso parecía seguro. El Valladolid, inmerso también en la batalla por la permanencia, buscaba el triunfo e Iván Fresnada estrelló en el larguero el 1-2.

En el minuto 83, Baraja hizo entrar a Diego López y a Ilaix Moriba. En ese momento mandó a Guerra a calentar, al parecer, más por precaución que por otra cosa, porque la activación previa suele ser mucho más larga. Pero André Almeida estaba muy fatigado.

Guerra no estuvo en la banda ni cuatro minutos e incluso su calentamiento ‘exprés’ fue algo más largo porque Baraja le tuvo que llamar dos veces. Cuando el reloj marcaba 86 minutos y 57 segundos, su primera señal para que regresara y saliera confundió al jugador. Veinticinco segundos después, contrariado, tuvo que repetir la llamada para poder sustituir al luso.

El joven llegó a la carrera y se puso la camiseta que ahora guarda en su casa de Gilet y que colgaba de su silla con el número 36, el que se le asignó en pretemporada. No fue Baraja, con el que apenas intercambió un par de palabras, sino su ayudante, Toni Seligrat, quien le dio indicaciones.

Finalmente, entró en el minuto 88 y 35 segundos y participó en tres acciones antes de la jugada decisiva. En ella, frenó un contragolpe pucelano al interceptar un pase de Robert Kennedy y soltó a Ilaix un balón que pasó por Diego López y de nuevo por Moriba antes de regresar a sus pies.

Controló la pelota con el izquierdo y con el primer toque con el derecho dejó atrás a Óscar Plano; con el segundo y el tercero avanzó y retomó la zurda para disparar desde la cruceta de la línea del área con su corona. Su trallazo cruzado pasó juntó a Joaquín Fernández y entró por el palo más alejado de Masip. Era el minuto 92 y 9 segundos y llevaba apenas 214 segundos en el campo.

Como veintiún años antes hiciera Baraja tras marcar contra el Espanyol en esa misma portería del fondo norte, Guerra abrió los brazos cuando vio la pelota en la red. Como le pasó al vallisoletano, la inercia de la diagonal que había trazado le llevó al córner más cercano a la tribuna. Ambos goles comparten lugar de celebración y piña colectiva.

Guerra, algo incrédulo, se giró a mitad de su carrera. El primero que le alcanzó fue el capitán José Luis Gayà pero pronto llegaron otros, incluso el portero Giorgi Mamardashvili, que se recorrió todo el campo. Mestalla había explotado y los vídeos y las fotografías muestran euforia, liberación y algún torrente de lágrimas incontrolable.

Sobre la bocina del minuto 95, sin añadir más de los cinco minutos previstos, José Luis Munuera Montero, señaló el final. Sus tres pitidos pillaron a Guerra en el medio campo y Toni Lato y Hugo Duro se lanzaron a abrazarle. De ahí fueron todos al fondo sur a agradecer el apoyo de la Grada de Animación.

Fue entonces cuando se le avisó de que era el elegido para la ‘Flash Interview’ de la televisión con derechos. “Me la ha dado Ilaix y tampoco veía un pase claro. He amagado, me he ido del defensor que tenía y me dio por tirar”, explicaba.

Esa temporada Guerra había acumulado 2164 minutos en Primera RFEF con un único gol, ante el Espanyol B. Tampoco había visto puerta ante el Sevilla y el Elche ni, al parecer, apenas en Paterna. “Javi Guerra no ha metido un gol en un entrenamiento, os lo juro”, escribió jocoso esa noche Hugo Duro en las redes sociales.

Antes de retirarse al vestuario, Guerra abrazó a sus padres y a su abuelo que le esperaban en la grada más cercana al túnel. Con el anciano empezó a jugar al fútbol en el jardín de una urbanización de Canet entre dos árboles, y era él quien le llevaba en tren a Vila-real, puesto que se formó en la cantera ‘grogueta’ hasta 2019.

Tras un nuevo estallido de alegría en el vestuario, regresó al césped. Era de los que menos había jugado y tuvo que hacer el ‘compensatorio’, un suave entrenamiento, ya con las gradas vacías.

Baraja había llegado a la sala de prensa y desde allí le recomendó que apagara el móvil, se fuera a casa y le diera un abrazo a sus padres. No le hizo caso y salió a cenar con sus amigos, que le esperaban en la Avenida de Suecia, donde cinco horas antes había comenzado todo.

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