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Exposición de Botero en València: fechas y ubicación

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Pareja en la plaza. 2014.-Coleccion-particular-Estados-Unidos

València, 9 mar (OFFICIAL PRESS- EFE).- La exposición de Botero llega a València. A sus 90 años, el artista colombiano Fernando Botero continua pintando «volúmenes, pero no gordos», una palabra que sigue luchando por «desterrar de su imaginario», que ahora tiene un espacio en la retrospectiva más grande de la obra del autor presentada hasta la fecha en la ciudad de València, en la exposición ‘Botero: Sensualidad y melancolía, en la Fundación Bancaja.

Exposición de Botero en València: fechas

Naturalezas muertas, escenas de baile y circo, desnudos femeninos, cuerpos al aire libre, e incluso una escena de sexo, una ‘Boterosutra’, se pueden ver en la muestra que del 10 de marzo al 3 de septiembre acoge el centro cultural valenciano, formada por 45 obras entre dibujos, acuarelas, pinturas y esculturas.

«La palabra ‘gordo’ no le gusta nada, la desterraría; él es un pintor de volúmenes», ha destacado la comisaria de la exposición, Marisa Oropesa, que ha presentado la muestra junto con el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón.

Del mismo modo que «tú no dices ‘una casa gorda’, sino ‘voluminosa’, o ‘una jarra gorda’, sino ‘grande'», decir que Botero pinta personas gordas sería «un error», a juicio de Oropesa, porque «no solo hay volumen en el cuerpo humano, sino en todo lo que pinta» el artista de Medellín.

Los inicios de Botero

Espoleado por una infancia «en una familia humilde» y por su temprana orfandad, Botero primero trabajó como ilustrador de temas taurinos para prensa colombiana y después viajó a Europa, donde «se enamoró totalmente de Florencia y de los pintores del Quattrocento italiano», según la comisaria, también amiga de la familia del pintor.

Pasó también años en Madrid, donde estudiaba en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y trabajaba como copista de los cuadros del Prado, de donde le atrajeron especialmente ‘Las meninas’ por su «aire contenido», pero no fue hasta que un día, pintando una mandolina, se dio cuenta de la desproporción entre el cuerpo del instrumento y su agujero de sonido cuando empezó a reflexionar sobre el volumen como elemento central de su obra.

Ese eje está presente en sus mujeres desnudas, una de ellas esculpida y tumbada de espaldas, y otra, pintada, leyendo una carta, pero también en sus escenas cotidianas al aire libre, con una mujer que pasea, decidida y enjoyada o su ‘Matadora’, que viste de torera en una plaza de toros.

Escenas de la vida diaria, como la de una ‘Niña con juguetes’ que representan hombrecillos en miniatura, o la de la ‘Familia protestante’, en la que una madre reposa en un salón con todos sus hijos, desnudos todos ellos, completan este imaginario sobre la mujer.

Su lado más desconocido como pintor de naturalezas muertas también lo recoge esta muestra, donde se exponen varios bodegones «iniciáticos» donde Botero se demuestra «un gran colorista», con tonos «que no son reales pero sí parten de la realidad».

Pero Botero «siempre ha rezumado libertad», según la comisaria de la muestra, y ello queda patente sobre todo en sus escenas de baile y circo, donde hay músicos que tocan instrumentos de cuerda y de viento, pero también un payaso en su cuarto y mujeres y hombres enmascarados que beben y tocan música.

El lado festivo de su pintura está representado especialmente en sus parejas de baile, en su mayoría acuarelas que se encuentran entre los trabajos más recientes del autor y datan del año pasado, pero también una escultura en la que dos personas, un hombre y una mujer, bailan cogidos de la cintura.

El placer también es el tema de otras de sus obras, como ‘Los amantes’, escultura que representa a una pareja en la cama, si bien destaca sobre todo su ‘Boterosutra’, una acuarela que representa una escena de sexo entre un hombre y una mujer.

Botero sigue pintando a sus 90 años

Este «trabajador incansable» que «no sabe lo que es un sábado o un domingo» sigue pintando, a sus 90 años, desde su casa en Montecarlo, y, aunque no puede esculpir ni hacer óleos de gran formato, continúa empuñando el pincel en nuevas acuarelas.

Según Marisa Oropesa, el colombiano ha demostrado durante sus décadas de trayectoria que es «quizá el mejor dibujante de la contemporaneidad»: «Como él dice, es muy difícil deformar si no sabes formar».

La parte nostálgica, ha añadido Oropesa, no solo está presente en la representación del «paraíso perdido», sino también en obras menos conocidas en España como la serie ‘Las torturas de Abu Grahib’, que muestra «cómo masacran y castigan entre heces» a prisioneros en Irak, u otra sobre el Vía Crucis y la pasión de Cristo.

«Si pinto un gato tengo dos gatos, pero si pinto lo que veo en un gato, tengo un gato y una obra de arte», decía Botero, como ha recordado el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, que ha destacado la «coherencia artística» de una obra que abarca desde los años 60.

Pero en esta retrospectiva de toda una vida la sensualidad vence a la nostalgia, y el resultado, ha apuntado la comisaria, es que «el visitante se va a sentir muy feliz en esta exposición-joya».

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Cultura

Los secretos de la Casa Judía de València

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Foto: Hugo Román
Los secretos de la Casa Judía de València-Fotos: Hugo Román-OFFICIAL PRESS

Entre los años 20 y 30 del siglo pasado el art déco dominaba en todas las artes decorativas a nivel mundial.

Había nacido en París y pronto Hollywood lo popularizó como símbolo de glamour.

Y esos aires y aquella esencia de aquella Belle Époque o los llamados Años Locos quedaron inmortalizados en una de las edificaciones más asombrosas de València.

El art déco bebía de todas las culturas, reutilizando de manera libre los elementos arquitectónicos de otras épocas.

Plasmaban los asombrosos hallazgos de aquellos tiempos.

En Egipto como el  descubrimiento de la tumba de Tutankamón, así como de culturas mesopotámica, africana, azteca, maya, hindú que fueron dotándole de un exotismo y una belleza única.

Los secretos de la Casa Judía de València

Caminando por la calle Castellón, en el número 20 nos encontramos con toda una joya que aguarda la mirada de los curiosos que se detienen para admirar un amalgama de formas y colores único.

Entre Germanías y la Estación del Norte está la conocida como Casa Judía de València, que fue construida hacia 1930 por el arquitecto valenciano Juan Francisco Guardiola Martínez.

Nacido en Sueca en 1895 en el seno de una familia de clase media, se trasladó a Barcelona en 1917 para estudiar arquitectura.

Allí fue premiado en  1922  por el proyecto de la estación de metro de la Plaza de Cataluña.

Según cuentan, los diversos viajes que realizó el arquitecto por Asia pudo influir en él a la hora de diseñar el estilo del edificio levantado en el ensanche de la capital valenciana a petición de Yosef Shalóm.

Su apellido nos da la pista del sobrenombre de Casa Judía.

Casa Judía.- Años treinta.- Archivo Ana María Ferrín.

La fachada de la Casa Judía

Un detalle de sus orígenes nos recibe en el dintel de la puerta principal, en el frontón curvilíneo.

Ahí se aprecia una estrella de seis puntas rematado por dos volutas y una hoja de acanto en el arco final.

Su fachada dividida en tres cuerpos, basamental, central y superior, nos transporta sin movernos de la calle a escenarios babilónicos y egipcios por su colorido y las formas de sus columnas, capiteles, remates con forma de pagoda y ventanas ojivales.

Si levantamos la vista podemos admirar el impresionante remate del edificio de inspiración oriental, árabe e hindú.

Foto: Hugo Román

Según cuentan ​en el edificio se reunía de manera discreta la reducida comunidad judía de la época que residía en València para realizar sus celebraciones religiosas.

¿Cómo es en la actualidad?

En la actualidad en el edificio de siete alturas viven familias particulares.

Las viviendas tienen unos 100 m2 cada una, y originalmente contarían con tres habitaciones, un baño, una cocina y un comedor.

Tan solo su fachada, su zaguán y la decoración exterior e interior mantienen la esencia de aquellos años en los que el arte iba asociado a la construcción, en el que cada ladrillo tenía una misión estética.

Años en los que los edificios eran monumentos esperando ser habitados.

Muchos comentan que su fachada parece salida del decorado de la película del Mago de Oz o tal vez de la mente de Tim Burton.

La Casa Judía no es un edificio protegido

Inspiradora y evocadora permanece allí pese a la bomba que cayó cerca durante la guerra y a pesar de que en alguna ocasión haya sufrido modificaciones debido a que, incomprensiblemente, no está protegida.

De hecho los remates del edificio de estilo hindú que lo coronaban fueron retirados en el pasado y su plantas baja han alterado su estilo original.

Guardiola falleció en Alzira en 1962.

Su trayectoria como arquitecto fue amplia con proyectos de viviendas residenciales, fábricas, almacenes, iglesias, teatros y cines, una estación y un banco.

Entre las más destacadas están el Ateneu del Socors en Sueca (1927) y la Casa Xina o Casa Ferran Guardiola en Barcelona (1929) que muestran su talento y originalidad.

Pero sin duda, la Casa Judía es su gran obra maestra.

Una obra que contempla el pasar de los años desde su espectacular fachada, una fachada que nos hace viajar a lugares remotos sin salir de la ciudad.

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